28 feb 2022 Contrafuertes civiles
El relevo en el liderazgo de Òmnium Cultural es más importante de lo que parece. Esta entidad fue determinante en la definición de algunas premisas clave del procés , cuando Muriel Casals –muy añorada– ejercía como voz con gran autoridad ante los políticos y al lado de otras asociaciones. Ahora se despide Jordi Cuixart –el único preso del procés situado por encima de la disputa partidista– y llega Xavier Antich, un relevo que va acompañado de la voluntad de repensar las estrategias y los mensajes. El nuevo presidente llama a “revisar los marcos con que se ha trabajado hasta ahora y crear nuevas complicidades”.
Pero la idea más potente expresada por el filósofo que liderará la entidad catalanista con más socios es otra: Òmnium evitará la antipolítica, un toque de atención a quien quiera escuchar. Es evidente que el sesgo antipolítico afectó varios momentos del procés , a veces de un modo tan vertiginoso que no se percibía. A partir de la aplicación del 155, de la cárcel y del exilio, la antipolítica amplió la base de forma espectacular, a caballo entre el desengaño y el desconcierto, a veces por cálculos tacticistas o por impotencia. También es relevante que Antich haya advertido de los peligros de frivolizar la desobediencia civil, manera elegante de lamentar la gesticulación sobreactuada.
Òmnium evitará la antipolítica, un toque de atención a quien quiera escuchar
Òmnium ha ganado socios mientras la Assemblea Nacional Catalana (ANC) ha perdido capacidad de movilización y de síntesis. Estas entidades han sido los contrafuertes civiles del procés , pero la primera venía de muy lejos, de los tiempos de la resistencia al franquismo. La ANC supo sacar a mucha gente a la calle en un momento determinado, pero se ha extraviado cuando le ha tocado reubicarse y, atenazada por la tentación antipolítica, ha cultivado un frentismo simbólico que olvida las lecciones de octubre del 2017.
Òmnium, en cambio, ha creado y mantenido espacios de intersección en la trastienda del procés (dentro y fuera del bloque soberanista), con capacidad de influir sin querer sustituir el papel de los partidos. Desde Òmnium se ha intentado ir más allá del perímetro generado por las inercias del catalanismo cultural de siempre, objetivo que ha tenido aciertos y errores; entre los segundos, quiero subrayar la aproximación ingenua –a menudo desinformada– a muchos barrios y ciudades con mayoría de población castellanohablante.
Los dos principales partidos independentistas comparten hoy Govern, sin dejar de competir y discrepar en la estrategia. Las cosas han cambiado mucho desde los tiempos en que Carme Forcadell, como presidenta de la ANC, marcaba el ritmo de los acontecimientos con frases como esa que hizo fortuna: “President, posi les urnes”. Ahora estamos en un mientras tanto dominado por complejidades muy densas, un paisaje de niebla. Un filósofo puede ser el mejor guía si se trata de repensar el camino hecho, pero eso comporta un riesgo enorme: el de hablar más claro que nunca a la gente.