07 mar 2022 Metáforas (malas) con Ucrania
Tras doce días de guerra en Ucrania, ya se han gastado todas las metáforas para presentar el conflicto provocado por la invasión de Putin como algo que el público catalán y español pueda relacionar con situaciones cercanas. Todas estas metáforas –en tanto que juego comparativo forzado de espejos– son malas y únicamente desinforman sobre lo que está ocurriendo. Resumo las tres comparaciones principales que han circulado y que deberíamos aparcar inmediatamente.
Algunos han dicho y escrito que Ucrania sería España, sometida al separatismo de catalanes y vascos, que recordarían a los movimientos que han alentado las milicias prorrusas de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, que Putin ahora ha reconocido. Otros han dicho y escrito que Ucrania es como Catalunya, atacada por el Estado español en octubre del 2017, cuando el referéndum unilateral impulsado por los independentistas fue contestado con represión policial y judicial. Y unos terceros sugieren que Ucrania es como la Segunda República Española que, en su lucha contra las tropas golpistas de Franco, no contó con la ayuda militar de las grandes democracias, mientras Alemania e Italia apoyaron al bando rebelde. Finalmente, queda para el museo del disparate lo que soltó Aznar, en un momento de inspiración digno de El c lub de la comedia : “La situación en Ucrania es mejor ahora mismo que la del PP, porque allí no hay armamento nuclear”. El expresidente español superó así las comparaciones, también desafortunadas, que algunos políticos catalanes hicieron entre el drama ucraniano y la suerte de la mesa de diálogo del postprocés catalán
El sentido del ridículo aconseja que nadie se apropie de la guerra para su relato
El sentido común y el sentido del ridículo aconsejan que nadie se apropie de la guerra en Ucrania para su respectivo relato, porque comparar puede ser desfigurar notablemente lo de allí y lo de aquí. Contemplar desde Madrid y Barcelona la contienda pone de manifiesto algo relevante: España quedó al margen de la Segunda Guerra Mundial y esta circunstancia sigue influyendo en muchas interpretaciones, a derecha e izquierda. Especialmente delirantes son los comentaristas de derecha que califican a Putin de “comunista”, tan despistados como esos dirigentes de cierta izquierda que, anclados en la mentalidad de la guerra fría, señalan repetidamente a la OTAN antes de condenar –con la boca pequeña– la invasión rusa.
En Catalunya, donde siempre estamos dispuestos a dar lecciones de pacifismo y moral al mundo, el lema “No a la guerra” ha tocado fondo, porque esta vez es insuficiente y, además, distorsiona la realidad al igualar al agresor y al agredido. El president Aragonès y la consellera Alsina han expresado una posición institucional del Govern que está a la altura de las circunstancias. No puede decirse lo mismo de todas las fuerzas políticas y de algunas asociaciones, atrapadas en la obsesión antiamericana.