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Francesc-Marc Álvaro | El cielo de Tinduf y el de Kyiv
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24 mar 2022 El cielo de Tinduf y el de Kyiv

Los niños ucranianos que viven amenazados por las bombas que Putin ordena lanzar tienen un Estado que los ampara. Eso no los salvará de morir, pero hace que su presente –a pesar de la cruel guerra– permita conectar con una cierta esperanza. Los niños saharauis que viven en los campos de refugiados de Tinduf, en territorio argelino, hoy tienen menos motivos para la esperanza que hace una semana: el Gobierno español, después de años de apostar oficialmente por un referéndum de autodeterminación de acuerdo con las resoluciones de las Naciones Unidas, anuncia que este pueblo debe conformarse con una autonomía dentro de Marruecos, en la misma línea de lo que han manifestado Estados Unidos y Alemania. El cielo de Tinduf y el de Kyiv es igual de azul, pero la suerte de los ucranianos y la de los saharauis son como la noche y el día. ¿Por qué vinculo estos dos pueblos? No soy yo, es la actualidad. Por cierto, la guerra en el Sáhara Occidental hace mucho que dura, pero no nos interesa.
Los pueblos sin Estado hacen cola esperando su oportunidad para dejar de ser invisibles. A los saharauis –colonizados por España y ocupados militarmente por Marruecos– las democracias occidentales les dicen hoy que se olviden de tener un Estado propio, y lo hacen tras décadas de promesas basadas en la doctrina de la descolonización.
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El cambio de criterio de Madrid se argumenta a partir de la defensa de los intereses económicos y geopolíticos, y supone enterrar de manera arbitraria los compromisos de la Moncloa con una nación pequeña que ha sufrido y sufre el imperialismo del Reino de Marruecos, que no puede considerarse una democracia como es debida. Aparte del hecho de que Sánchez ha impulsado esta medida con evidente menosprecio de sus socios y del Parlamento, lo que le da una tonalidad especialmente triste y desgraciada es la comparación con los discursos idealistas, universalistas y solemnes que el mismo presidente ha hecho para justificar el envío de armas al pueblo ucraniano.
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La guerra en el Sáhara Occidental hace mucho que dura, pero no nos interesa

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El contraste entre lo que España hace en apoyo de los ucranianos y lo que hace para enterrar el derecho de autodeterminación de los saharauis es insostenible moralmente, aunque se pueda explicar a partir de la inmigración irregular, el gas, la pesca, el terrorismo yihadista y el estatus de Ceuta y Melilla. Que las relaciones internacionales no son Disneyworld ya lo sabíamos, pero la distancia entre la realpolitik sin memoria y el idealismo europeísta-atlantista no puede ser un abismo. Esta distancia desfigura la credibilidad de Sánchez, y no solo en Tinduf. Fernando Vallespín se preguntaba en El País si el acuerdo entre Marruecos y España “¿es justo?”. Tiro de este hilo: ¿se puede hablar seriamente de justicia ante un tirano como Putin si nuestras decisiones ante terceros son profundamente injustas? Este doble discurso es un esperpento.
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Ucrania es un Estado muy joven, nació en 1991, en el caos del derrumbe de la Unión Soviética; si no hubieran aprovechado esta ventana de oportunidad, hoy los ucranianos formarían parte de la Federación Rusa, y Estados Unidos, Alemania y España los verían cómo ven a los saharauis. Las fronteras (tan nuevas) del Estado ucraniano –vulneradas por Putin– sirven para blindar la esperanza de los atacados, mientras las fronteras inexistentes en el Sáhara Occidental condenan a un pueblo no menos digno y heroico que el ucraniano a una injusticia perenne. Eso pasa en un rincón olvidado de mundo, en manos de un monarca que tiene tanto de autonomista como Putin de defen­sor de los derechos humanos.

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