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Francesc-Marc Álvaro | Razones y estropicios
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08 may 2022 Razones y estropicios

Con la firma de un juez. Así lo explicó la directora del CNI en la comisión de Secretos Oficiales. Un juez del Supremo autorizó el espionaje –no aclaró si usando el programa Pegasus o técnicas más tradicionales estilo La Camarga– a Pere Aragonès, actual representante del Estado en Catalunya en tanto que presidente de la Generalitat. Dado que los que pueden no levantan el secreto, no sabemos con qué peculiar razonamiento el juez autorizó este espionaje, pero sí podemos afirmar que el dirigente de ERC no es un terrorista, ni un narcotraficante ni un mafioso, actividades que podrían justificar esta intrusión en su priva­cidad. Aragonès fue negociador del acuerdo con el PSOE que hizo posible la gobernabilidad (apúntense esto los patriotas del “a por ellos” y los que creen que hay espionajes de primera y de segunda) e interlocutor preferente de Sánchez. Le espiaron cuando ambos estaban hablando. Los que no vean aquí un escándalo propio de una república bananera es que han estudiado el mismo libro de historia nacionalcatólica que Ayuso, cuyo camino a la santificación súbita parece ya imparable.
 
Los que ponen la razón de Estado por encima de todo consideran un dato irrelevante que el espiado sea Aragonès o cualquier otro político catalán (repito, no se trata de terroristas, narcotraficantes ni mafiosos), siempre que el juez haya estampado su firma en el papel del CNI. La razón de Estado lo aguanta todo, que para eso está. Esto ya nos lo explicó con claridad meridiana uno de los políticos socialistas más eficaces en transitar los laberintos resbaladizos de Leviatán, el añorado Pérez Rubalcaba. Al fin y al cabo, como diría el castizo, “ellos se lo buscaron”. Se lo buscaron por ser lo que son, haberse apuntado al PSOE o al PP, si querían vivir tranquilos. La razón de Estado siempre nos conduce al paradigma de la falda corta y la violación: “Es que van provocando”. Es la tesis de Robles en el Congreso.
 

La razón de Estado siempre nos conduce al paradigma de la falda corta y la violación

 
Sánchez está atrapado entre las consignas de los guardianes de la razón de Estado, las medias verdades del CNI y la necesidad de mantener la mayoría que le invistió. El descontrol es mayúsculo, no son “turbulencias”. Y el estropicio no puede disimularse, las palabras no lo pueden tapar. Si no ruedan cabezas por higiene democrática, tal vez rodarán por incompetencia manifiesta.

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