06 feb 2015 D’Ovidi a Brotons
Queman vivo un hombre en el Oriente donde las cosas y los días son el dolor que ignoramos pero relatamos. Queman vivo un hombre en tierra remota y la guerra es un videoclip que sirve de pausa a nuestro consumo adolescente de teleseries que estilizan una vida que ya es demasiado estilizada. Queman vivo un hombre y hoy presentamos el nuevo libro del poeta Jorge Brotons, valenciano, catalán, mediterráneo y vagamente londinense. Y entonces este acto de encontrarnos para hablar de su poemario, Verb de continuïtat (Curbet Edicions), se convierte en un gesto que agujerea la actualidad y nos permite refundar la religión de los silencios, la hermandad de los que pasan por caminos de carro donde cada palabra suena como si fuera la última vez.
Conozco a Brotons de cuando él era poeta sin obra. Mi amigo es de la liga de los poetas que no chillan, discreto, quizás como Francesc Garriga, autor que nos acaba de dejar. ¿Qué debe hacer un poeta en tiempos de twitter? Brotons la clava: “No sabrem què encendrem/ però, hui,/ celebrarem la inquietud”. Celebrar la inquietud. ¿Puede haber algo más sensato y más noble y más pertinente? El poeta es un nuncio de la inquietud y un sacerdote que deshace cada capa de la misma. Los financieros odian la inquietud que es la hija salvaje de la incertidumbre, y construyen altares de seguridad efímera porque así creen controlar el tiempo. Pero el tiempo es de los poetas, queda claro cuando un patricio fallece. La venganza del verbo es compasiva.
Hoy presentamos, ya digo, el último libro de Brotons, que tiene el buen gusto de querer a Ovidi Montllor. Pronto se cumplirán veinte años que el de Alcoi marchó a hacer feliz a los dioses y le recordaremos, con la confianza en que la llave de Estellés todavía abre todas las cerraduras. Ovidi a chorro, para encontrar otra vez la sombra. Después, Jorge firmará libros, fumará y hablará de sus dos hijas. Y alguien pondrá los ojos en una página que huele a nuevo: “Córrer la vetlla/ córrer la cicatriu/ soterrar el dolor/ una vesprada i/ preparar-se per/ al pròxim error”. Mireia Vidal-Conte dice en el prólogo del volumen que estamos ante un poeta que escribe “sin escaparates ni querer de repente sacar la cabeza por todas partes”, y añade que lo hace “sin el ademán forzado”. Esta es su virtud: la escritura que no busca el gran efecto, que va filtrándose, como un antídoto proscrito que alguien encarga a un traficante de sustancias antiguas. Lejos de pantallas y redes sociales. Lejos del “me gusta” omnipresente.
Seremos diferentes esta noche y seremos –tal vez- felices un instante fugaz, porque un amigo nos dará el poema, escudo contra el mal radical, contra la desesperanza. Queman vivo un hombre en el Oriente y nosotros, mientras, construimos trincheras de libros como si fuéramos agentes especiales. “Ara i res són la mateixa empremta”, escribe Jorge Brotons.