16 mar 2015 Coses sabudes
Poco después de la consulta alternativa del 9-N, algunos ya advertimos –aguando un poco la euforia del mundo soberanista por la gran participación alcanzada- que al proyecto de la independencia le faltaban en torno a 300.000 votos para asegurarse la victoria en un referéndum al estilo escocés. El colega Carles Castro explicó entonces que, con una participación parecida a la de los últimos comicios al Parlament, los partidarios de la secesión no llegarían al 50% de los votos emitidos. Hace tiempo que estas variables están encima de la mesa. Por eso no se acaba de entender el pesimismo repentino de ciertos soberanistas ni el optimismo sobreactuado de ciertos unionistas –incluida la vicepresidenta Santamaría- ante la última encuesta del CEO, la primera después del anuncio del adelanto de las elecciones catalanas.
El sondeo del CEO confirma una cosa que ya sabíamos: que el crecimiento del soberanismo tiende a estancarse. Y da dos noticias que tampoco son ninguna sorpresa. Primera: el no a la independencia ha empezado a movilizarse y supera en 4 puntos al sí. Segunda: la redistribución de votos dentro del campo soberanista favorece más a la CUP que a ERC, dato que representa que convergentes y republicanos no podrían reeditar, después del 27-S, una mayoría parlamentaria sin el concurso del partido más pequeño de este bloque. Si se tiene en cuenta el ruido del desacuerdo entre CiU y ERC después del 9-N y las peleas constantes entre Unió y CDC, se puede afirmar que el público soberanista castiga poco a las dos principales formaciones responsables del proceso.
Un amigo con contactos en las altas esferas de Madrid me recordaba esta semana que, el día siguiente de la conferencia pronunciada por Mas el 25 de noviembre del año pasado, las élites políticas y económicas llegaron al momento máximo de nerviosismo. Vista la claridad del planteamiento del president, pensaban que el proceso entraba ya en el punto de no retorno. Además, en aquel momento, después del 9-N, el prestigio del Estado en Catalunya estaba bajo cero. Pero todo se frenó en seco por partidismo. Como explica Pere Martí en su muy recomendable libro Escac a l’Estat, Mas estaba dispuesto a sacrificar a su formación para culminar el proceso y Junqueras no. A la luz de la última encuesta del CEO, el no rotundo de ERC a la lista unitaria y transversal propuesta por el president adquiere una magnitud más preocupante. Debe ser por eso que, ahora, algunos dirigentes republicanos, en privado, admiten que quizás se equivocaron.
Hasta el 27-S pasarán muchas cosas. Ni las encuestas ni los preacuerdos inconcretos sobre la hoja de ruta deberían incidir tanto en los ánimos del soberanismo. Estar cansado de los tacticismos de los políticos que defienden la independencia no es lo mismo que estar aburrido del proyecto de la independencia. Que nadie se confunda.