30 mar 2015 Se saben vencedors
Los que mandan en Madrid resumen así la situación sobre el proceso soberanista: “sin lista única y con la aparición de Podemos, eso se ha acabado”. Me lo explican fuentes de total credibilidad. Aunque sean de derechas, estos entornos valoran mucho el papel del nuevo partido de Iglesias como factor eventualmente clave para frenar una dinámica que, hace unos meses, parecía imparable. La labor del inmovilismo centralista quizás la hará una formación que va de nueva. Es la versión actualizada del “antes roja que rota”. Las élites de la capital española han decidido esperar, pero no piensen que lo harán con los brazos cruzados. En los próximos meses, veremos la aparición de informaciones sorprendentes sobre figuras destacadas de Catalunya, no debemos olvidar que esto es una guerra. Mientras, las élites barcelonesas tienen una mirada menos simplista y saben que hay un problema histórico que no desaparecerá aunque los partidos soberanistas no sumaran una mayoría después del 27 de septiembre.
En los despachos del Estado donde se dirige la campaña de Catalunya, dan una importancia muy grande al hecho de que CiU y ERC no llegaran a un acuerdo para una lista transversal, cívica y suprapartidista. Esta posibilidad era lo que más temían, porque entendieron rápidamente que una candidatura de este tipo hacía tres cosas a la vez: convertía los comicios en un hito verdaderamente plebiscitario, generaba una dinámica muy fuerte de arrastre de voto por efecto de caballo ganador y reforzaba todos los liderazgos implicados. El espíritu no partidista que había presidido las manifestaciones del Onze de Setembre se trasladaba automáticamente a las urnas y con él un plus de seguridad en el proyecto de la independencia que compensaba las incertidumbres inherentes a una ruptura de estas dimensiones. La pelea entre convergentes y republicanos, en cambio, ha aumentado los temores y las prevenciones de ciertos sectores ante una empresa que exige consensos fuertes y una unidad conceptual y táctica sin fisuras.
Escribí, antes del 9-N, que todo lo que debía hacer el soberanismo era trabajar duramente para desmentir los pronósticos del Madrid oficial sobre el proceso. Ahora lo repito, por si algunos oídos se destapan. Queda medio año escaso para rectificar y asegurar, con inteligencia, el gran objetivo que los defensores de la independencia necesitan: una mayoría clara en votos y escaños, porque sólo eso acreditará la creación de un nuevo Estado catalán ante el mundo. Toda hoja de ruta que no ponga por delante este reto y se pierda en otras cuestiones es un papel prescindible.
Desde Madrid nos observan y se sienten vencedores. Tienen la consigna de reprimir los cantos de victoria, por si acaso. Aquí, mientras, nos extraviamos en debates secundarios, miserias partidistas y minucias personalistas. ¿Alguien hará algo para evitar el fracaso?