25 ene 2016 Dos tipus de patriotes
Hay muchas maneras de interpretar el bloqueo institucional que complica la investidura de un nuevo jefe de gobierno en España. Mi propuesta es que observen esta situación como una batalla entre españolistas inteligentes y españolistas clásicos o intransigentes, dado que el pleito catalán forma parte del núcleo de discusión de las fuerzas que tienen en sus manos la gobernabilidad.
Iglesias –que se ha definido a sí mismo como patriota español- piensa que la mejor manera de defender la unidad de España es ensayar una cierta flexibilidad (retórica o real, ya veremos) ante el soberanismo y el resto de lo que en Madrid califican de “nacionalismos periféricos”. Es obvio que el líder de Podemos no quiere la secesión pero también es consciente de que las viejas fórmulas aplicadas para sofocar el crecimiento de la idea independentista tienden a provocar el efecto contrario al que se pretende. Que eso implique un federalismo más consistente que el del PSOE o que incluya un referéndum a la escocesa son –de momento- promesas que generan tanta incredulidad en muchos catalanes como las que antaño había anunciado el socialismo oficial. Los candidatos de En Comú Podem han vendido esta carta con una alegría que ha estado rápidamente corregida por la realidad: no habrá grupo propio de los comunes en el Congreso pero se los premiaría –llegado el caso- con un Ministerio de la Plurinacionalidad.
Rajoy, Sánchez y el catalán Rivera también son patriotas pero sin salir del guión típico que prevé la derrota de los secesionistas,mediante la acción combinada del TC, la Fiscalía General, la asfixia económica de la Generalitat, y el bombardeo de ciertos medios. Guerra, jacobino meridional que habla con la claridad de quien ya lo ha hecho todo, sentencia que sólo ve dos opciones: o un gobierno del PP en minoría o nuevas elecciones. Explorar alianzas con un Iglesias que no descarta una consulta sobre el caso catalán es un movimiento que lleva el socialismo a una batalla interna de grandes proporciones. Los barones del PSOE piensan –como los del PP- que el hecho nacional catalán es una anomalía histórica que debe ser combatida (y reducida a la mínima expresión, como en Valencia) por las políticas y las leyes de Madrid.
¿Dónde están las verdaderas líneas rojas de unos y otros? No habría que confundir el tacticismo con la convicción, dudo que Iglesias renuncie a gobernar si Sánchez no le compra el referéndum. Todo pasa ahora por Catalunya, pero Catalunya, en realidad, puede pasar a segundo término. Los patriotas inteligentes no son suicidas. El recientemente fallecido Rubio Llorente propugnó la celebración de una consulta oficial sobre Catalunya pero también advirtió que no debería tener “un carácter decisorio”. El español anómalo, el enemigo interior, sigue dando demasiados réditos a PP y PSOE como para desmontarlo en cuatro días.