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Francesc-Marc Álvaro | La gent i l’alcaldessa
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22 feb 2016 La gent i l’alcaldessa

La alcaldesa Colau no ha podido evitar la huelga de los trabajadores del metro, en coincidencia con el Mobile World Congress. Se trata de una protesta que, por encima de todo, castiga a una gran mayoría que depende del transporte público para ir a trabajar y estudiar, las clases populares, para decirlo con el léxico de los comunes que gobiernan. Colau ha chocado con las bases organizadas del universo que más la aplaudió cuando llegó al poder. Los sindicatos de TMB han tratado Colau como antes habían tratado a Trias, Hereu o Clos. Los intereses corporativos aparecen descarnadamente contra el interés general y contra un gobierno que surgió gracias –entre otras causas- a una ola de rechazo a los partidos tradicionales, una corriente que tenía un lema demoledor: “no nos representan”. Hoy, Colau tiene la obligación de representar la ciudadanía, la que le votó y la que no.

Antes, la heroína vivía en la lógica clara de un conflicto que enfrentaba los grandes bancos y las personas en peligro de perder la vivienda. Una realidad extrema y dura, con una narrativa sencilla donde los débiles estaban bien identificados. En un libro que la alcaldesa publicó cuando todavía era la máxima dirigente de la PAH, decía cosas como “nosotros, la gente, los ciudadanos de a pie, las personas corrientes…” y el mensaje conectaba con la sensibilidad de una época malherida por el abuso, la arbitrariedad y la mentira. El mérito de aquella Colau fue dar voz a unos débiles que encarnaban los más perjudicados de una crisis que era también una crisis de confianza en la democracia.

Hoy, la heroína tiene la responsabilidad de dirigir la gran ciudad, un espacio donde chocan todo tipo de intereses y de grupos que se sienten legitimados para exigir. Es un viaje desde la protesta a la reforma. La narrativa del gobernante, a diferencia de la narrativa del activista, es más gris y más compleja, más llena de matices. Un gobierno debe equilibrar y sintetizar, debe ser impopular para unos u otros. ¿Quiénes son los más débiles? He ahí la pregunta clave de todo conflicto. ¿Son más débiles los trabajadores de TMB o los miles de usuarios del metro? La gente -aquella en nombre de la que hablaba la Colau activista- a menudo está muy lejos de los intereses privados y gremiales de ciertos colectivos, acostumbrados a exprimir la posición dominante en un sector concreto de peso estratégico.

La alcaldesa afirma que la huelga del metro “no es proporcional”. Se ha hecho un gran esfuerzo, ha añadido. Colau descubre que la gente tiene muchas caras y que el gobierno de la ciudad debe protegerse ante sus supuestos “amigos”. La fábula es antigua. Cuando el metro no funcione, el principal perjudicado del día no será el congresista llegado de Hong Kong sino aquel vecino nuestro que tiene un contrato y un sueldo mucho peores que los de cualquier empleado de TMB.

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