14 mar 2016 Un relat confús
Hay la tentación de decir que es un problema de comunicación, pero no. Se trata de un asunto de fondo que tiene una derivación estratégica. CDC, el partido principal del nacionalismo catalán desde 1980, decidió, a partir de 2012 y a raíz de la sentencia del TC sobre el Estatut, asumir el objetivo de la independencia. No ha sucedido de golpe: primero hablaron de derecho a decidir, después de Estado propio y, finalmente, de secesión. El 27-S, dentro de Junts pel Sí, CDC apostaba por primera vez de manera directa por un Estado independiente. En un tiempo récord, la máquina de la centralidad nacionalista engrosó el independentismo.
Esta mutación de CDC ha coincidido con la explosión del caso Pujol, la aparición de casos de real o supuesta corrupción, la crisis de los partidos tradicionales y el malestar social generado por la crisis. En paralelo, y a pesar del crecimiento social del independentismo y la fuerte implantación territorial del partido, CDC ha ido perdiendo votos. La respuesta ha sido anunciar una refundación, que no todos ven ni explican igual. La maniobra de Mas de dar paso a Puigdemont ha puesto al expresident en la sala de máquinas de un partido que vive atravesado por una tensión insalvable: ser indispensable en la musculación de la mayoría social independentista y, a la vez, formar parte de la llamada vieja política.
Ahora, precisamente cuando Catalunya tiene el primer Govern independentista, salen voces de la dirección convergente que dan mensajes incongruentes, como decir que CDC también es el partido de los que votarían no en un referéndum. Una cosa es remarcar que un escenario a la escocesa es lo mejor posible y otra es adoptar el discurso de Duran Lleida, que las urnas no han avalado. La moderación convergente no tiene nada que ver con esconder la apuesta por la independencia sino con dotarla de una seriedad y una solidez inapelables, y con un estilo responsable, propio de quien no elude la complejidad. Y de quién huye de consignas populistas y simplificaciones engañosas.
Agustí Colomines ha escrito que volver a las ambigüedades de antaño sería suicida para CDC, juicio que comparto. En cambio, discrepo de él cuando considera que el problema es estructural y no de identidad. Decir cosas muy diferentes de las que haces genera desconcierto, así como cambiar a menudo de argumento. El relato es confuso porque la identidad convergente es prisionera de espejismos del pasado. ¿Qué quiere ser la CDC del siglo XXI? Si no tienes respuesta, no tienes relato, y eso afecta la credibilidad. CDC no puede ser una versión suavizada de ERC. El espacio que ha ocupado históricamente CiU todavía existe, pero hoy es independentista y pide una nueva lectura del eje izquierda- derecha, que no signifique una mera cohabitación de familias políticas sino una síntesis actualizada. Quien quiere agradar a todo el mundo decepciona a todo el mundo.