20 may 2016 Iran, capital Madrid
En Irán –dónde hay un régimen despótico teocrático- está prohibida la presencia de las mujeres en los partidos de fútbol. En España –dónde desde 1977 hay un sistema democrático- se prohíbe la presencia de banderas esteladas en la final de la Copa del Rey que jugarán el F.C. Barcelona y el Sevilla. La estelada –como sabe cualquier persona alfabetizada- no es un símbolo racista, ni xenófobo, ni dictatorial. La estelada es un símbolo democrático y pacífico, no tiene nada que ver –por ejemplo- con la bandera nazi o franquista, símbolos de odio y terror bajo el que se ha asesinado, torturado, encarcelado y reprimido a millones de personas. Desde la transición, varios partidos y entidades han utilizado la estelada con normalidad, empezando por ERC, formación parlamentaria y legal. La decisión de la delegada del gobierno central en la Comunidad de Madrid parece copiada del actual régimen de Venezuela, para mencionar a los gobernantes de un país que el PP –por cierto- critica a menudo, y con razón. Las autoridades de la UE deberían pronunciarse porque estamos hablando de un derecho fundamental como la libertad de expresión, vulnerado de manera arbitraria.
¿Miopía, calentón o cálculo electoral? ¿Qué gana el Estado con esta prohibición? ¿Qué gana el PP? El Estado no gana nada porque es de manual que como más torpe y desproporcionada es una medida legal más señala la debilidad profunda del orden que pretende defender, blindar y conservar; sólo un poder que se sabe en falso es capaz de impulsar excepciones tan impropias de una democracia homologada. El PP, en cambio, debe pensar que gana algo de cara al 26-J, en la línea que apuntaba hace poco con sinceridad el ministro Fernández Díaz: pocos votos más se pueden rebañar en el electorado catalán, por eso Rajoy no hará casi campaña entre nosotros; la prohibición de las esteladas va bien a los populares para escenificarse como el gran partido del orden imperante ante los rojos, los separatistas y las siete plagas bíblicas que –como todo el mundo sabe- eran diez en realidad.
Supongo que la responsable de esta prohibición es consciente del magnífico regalo que acaba de hacer a la causa del independentismo y, de rebote, a los partidos que propugnan este proyecto. Y supongo que otros dirigentes del PP –más inteligentes- se dan cuenta del ridículo internacional que proyecta este episodio. Un ridículo que se multiplica cuando sabemos que la misma delegada ha autorizado para el sábado una manifestación de un colectivo neonazi en la capital española. Con prohibiciones de esteladas en partidos de fútbol está asegurado el crecimiento continuado de los partidarios de un Estado catalán independiente. Porque nadie en su sano juicio quiere ser tratado como un súbdito feudal cuando toca ser ciudadanos adultos del siglo XXI.