ajax-loader-2
Francesc-Marc Álvaro | El lloc de Mas
3941
post-template-default,single,single-post,postid-3941,single-format-standard,mikado-core-2.0.4,mikado1,ajax_fade,page_not_loaded,,mkd-theme-ver-2.1,vertical_menu_enabled, vertical_menu_width_290,smooth_scroll,side_menu_slide_from_right,wpb-js-composer js-comp-ver-6.0.5,vc_responsive

02 jun 2016 El lloc de Mas

Se pueden reciclar los liderazgos? ¿Se pueden reinventar las carreras políticas? ¿Se puede volver al frente de un proyecto cuando se ha dado un paso al lado? Son preguntas obligadas cuando se habla del futuro de Artur Mas, el líder de Convergència que salió de escena para facilitar un acuerdo, salvar la legislatura que empezaba después del 27 de septiembre y evitar –en teoría– que el proceso muriera después de unas plebiscitarias que el mundo soberanista vivió intensamente.

La llamada refundación del espacio convergente –decidida por dos tercios de la militancia– será de una u otra manera en función del lugar que acabe teniendo el hombre que ha dirigido el viaje de CDC del autonomismo al independentismo desde 2012 hasta hoy. Sus opciones son dos, quizás tres: una presidencia ejecutiva del nuevo partido, una presidencia honorífica o dedicarse más a las ideas que al día a día, tarea que podría combinarse con ejercer como explicador internacional del proceso. Mas todavía no ha decidido qué hará, pero es sabido que la militancia aceptará el esquema que el expresidente ponga encima de la mesa durante el congreso del partido a primeros de julio. La autoridad que tiene entre sus correligionarios le permite hacerse un traje a medida, por lo cual resulta curioso escuchar a las personas y grupos que tienen aspiraciones a la hora de constituirse como núcleo dirigente del artefacto posconvergente. Hablan y hablan, pero todos sus planes y especulaciones están sujetos a un factor que no controlan y que, además, se impondrá automáticamente, sin ninguna discusión interna.

La cuestión política relevante sobre el liderazgo de Mas en la triangulación partido-sociedad-proyecto es, a mi parecer, altamente compleja y difícil de averiguar. La resumo así: ¿hasta qué punto resta apoyos la figura del Mas vinculado al pujolismo y los recortes a la figura del Mas converso al soberanismo, querellado por la Fiscalía y referente de las clases medias que querrían una independencia ordenada y sin demasiados sustos? ¿Hay un Mas bueno y un Mas malo? En realidad, la trayectoria del heredero político de Jordi Pujol es la fábula de un hombre a quien las circunstancias obligan a reinventarse varias veces. Su resiliencia es ejemplar. El tecnócrata criado en la gestión de la administración autonómica da paso al sucesor elegido a dedo por el patriarca y este, a su vez, da paso a un actor menospreciado que debe hacer la travesía del desierto mientras se da cuenta de que el discurso del pujolismo ha quedado obsoleto. Finalmente, cuando consigue llegar a la presidencia y desmentir su imagen inicial de líder prefabricado, tiene que romper –a la fuerza– con el paradigma oficial del catalanismo político y asumir un nuevo relato que pone en crisis, a la vez, la transición, el sistema catalán de partidos, los intereses de las élites y la CiU que había articulado un espacio central. Mas se convierte en héroe por accidente y pasa lo que ya sabemos: una parte del país aplaude su viraje, otra no se fía, y una tercera le odia porque le ve como un traidor de clase. Él considera que tiene mala suerte y –para contrarrestarlo– acostumbra a forzar las situaciones hasta límites que nadie haría. Este método le funciona hasta el día en que una CUP imprescindible le veta.

Como una especie de matrioska o muñeca rusa, Mas son muchos Mas, escondido cada uno dentro del otro. Por eso, hermético como es, todavía nos puede sorprender. La determinación es la principal virtud de Mas y la tozudez es su principal defecto, como saben todos los que han colaborado con él. Entre estas dos caras, ha transcurrido su periplo público hasta hoy. Eso ha provocado episodios de victoria y situaciones de derrota, momentos de gran acierto y escenas de complicación extrema. Sumado y restado, Mas ha desmentido rotundamente a todos los que hace años que le habían enterrado, pero no ha podido evitar ser demasiado prisionero de su forma de leer las oportunidades. Ahora, cuando el reto principal del líder no es conquistar el poder ni gobernar, sino imaginar una nueva cultura política, Mas deberá ser más estratégico que táctico, y tendrá que fiarse más de equipos amplios y plurales que de núcleos fieles.

Siempre he sostenido que –a diferencia de Pujol o Maragall– a Mas no le gusta la política, entendida esta como la gran batalla en que las ideas consiguen generar decisiones transformadoras. Sé que esto puede sonar extraño, teniendo en cuenta que Mas es el hombre de la hoja de ruta, de la desconexión, de la consulta del 9-N y de las estructuras de Estado. ¿Qué quiero decir? El Mas preferido de Mas es el personaje que gobierna sin hacer ruido, que hace los deberes y que pone su manía cartesiana al servicio de la gestión. Pero este Mas –el que llega al poder en el 2010– se volatiliza cuando Rajoy se niega a hablar de un nuevo pacto fiscal. Entonces, ante el nuevo contexto, Mas descubre la gran (y trágica) política en paralelo al independentismo, y hace lo que nunca había pensado que haría. La nueva CDC debe aprovechar a Mas sin que su peso la frene.

Etiquetas: