31 oct 2016 Catalunya diu no a Rajoy
De los 47 diputados que las circunscripciones catalanas envían a Madrid sólo 11 han votado sí a investir a Rajoy jefe de gobierno, los seis del PP y los cinco de C’s. El resto –comunes, republicanos, convergentes y socialistas– han expresado un no rotundo al líder conservador. En total, este no de 36 diputados catalanes representa la mayoría del país, lo cual es cierto en términos numéricos y también cualitativos. La presencia marginal que PP y C’s tienen en la vida municipal catalana es un dato importante para analizar el cuadro, y esto no puede obviarse aunque los de Rivera sean –de momento– el primer grupo de la oposición en el Parlament; todo el mundo sabe que este puesto será muy difícil de mantener en el futuro.
Números en mano, queda claro que Catalunya ha dicho no a Rajoy. La actitud de firmeza del PSC, al negarse a la abstención que el PSOE acordó, hace más sólido y transversal el rechazo de la mayoría de la sociedad catalana a un político que no ha querido escuchar las demandas democráticas provenientes de Barcelona. Este no de Catalunya debería preocupar a Rajoy y a sus futuros ministros, porque subraya el grave déficit democrático de un gobierno y de un Estado donde el tabú impera por encima del debate racional que cualquier sociedad abierta tiene que realizar.
Rajoy ha gobernado contra Catalunya. El resultado de eso es una sociedad catalana que le dice no y el crecimiento del sentimiento de lejanía, desafección y desconexión de muchos ciudadanos respecto del Madrid político y la idea de una España monolítica, autoritaria, centralista y amenazadora con quien osa desmarcarse. Desde los tiempos en que el PP se opuso al nuevo Estatut de manera feroz hasta ahora, su estrategia para frenar el independentismo ha conseguido todo lo contrario. Su fracaso es monumental.
Mientras esperan a que la presión judicial y las desavenencias de ERC, el PDECat y la CUP detengan el proceso, Rajoy, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría y su equipo tienen puestas las esperanzas en un mundo que ya no existe: el de un nacionalismo catalán resignado a hacer el papel de chacha de la gobernabilidad española. El libro de López de Lerma es un epitafio más de un catalanismo que la recentralización diseñada por la FAES y el federalismo invisible del PSOE mataron.
Según parece, la manera de seducir catalanes que ha pensado el Partido Popular es intensificar las visitas a tierra infiel de los nuevos ministros. Comedia muy vista. Llegan los ministros por la mañana, se reúnen con aquellos catalanes que les dicen exactamente lo que ellos quieren oír, hacen declaraciones de buenas intenciones con una cita de Espriu o Maragall, y vuelven a Madrid después de cenar con los habituales, una parte de los cuales todavía repite que Mas está loco.
Rajoy tiene el Tribunal Constitucional, la fiscalía y la UDEF. Pero será el presidente que perderá definitivamente Catalunya.