30 dic 2016 Ho exigeix l’àvia
Pablo Iglesias ha pedido perdón –en una carta-vídeo más elaborada de lo que parece– a los inscritos y votantes de Podemos por sus peleas con Íñigo Errejón, que son tan previsibles, personalistas y aburridas como las de los otros partidos, los de la supuesta vieja política. Dice que lo hace porque una señora de 76 años –“la abuela de Podemos”– le ha exigido que estén por la labor y no gasten energías en reyertas internas. La abuela en cuestión –casualmente– deja claro que Iglesias es el líder y “el que tiene la fuerza”. Eso de tener la fuerza suena mucho a Star wars, referencia cultural de la generación de dirigentes podemitas más que de esta respetable ciudadana, que remarca varias veces que confía en Iglesias. En esta intervención, “vuestro secretario general” pide a sus seguidores que dejen de disparar contra su oponente. El vencedor debe ser magnánimo con el perdedor, es de manual.
Iglesias y Errejón, la condición humana, diremos. No hay ángeles, añadiremos. La nueva política no lo es tanto, no lo es nada. Hipótesis confortable: los podemitas querían cambiar el poder y, antes de tenerlo, el poder les ha cambiado a ellos. Es una fábula agridulce –digerible– que quita toda responsabilidad a los actores y que desplaza el problema hacia el sistema y su arquitectura tóxica. Pablo es bueno, pero las trifulcas del Madrid de las alfombras lo confunden, ya se sabe cómo las gastan los de arriba. Pablo es un líder comprensivo y pide perdón. Hipótesis realista: por mucho que barnices tus discursos con Laclau y Gramsci, eres demasiado parecido a todo lo que quieres sustituir, porque la organización es para quien se la trabaja y eso vale para el círculo leal a Iglesias como para el leal a Rajoy. Ir por el mundo en mangas de camisa en vez de llevar traje y corbata no te hace menos amante del poder, sólo sirve para sugerir que podrías ser una estrella del pop.
El recurso de la abuela enrollada que implora paz entre los hermanos es un intento notable de los guionistas de Iglesias de reencontrar la frescura del invento con un poco de cinéma vérité y el estilo de los anuncios de Balay donde salen empleados. El profesor que quería ser partisano pide perdón por el espectáculo de la bronca con quien osa disputarle las riendas, y lo hace porque escucha la voz de la buena gente, el alma pura de la calle que desea que la vanguardia revolucionaria se dedique a lo importante, a los problemas de la ciudadanía. Los oficiantes de la vieja política se destrozan sin manías cuando se trata de decidir quién manda, que se lo pregunten a Sánchez. El líder de Podemos, en cambio, es un dirigente que, además de mandar, quiere que eso parezca un hecho natural.
Errejón tendrá que inventarse una prima divertida o un cuñado simpático para competir en este festival. Que tengan un buen año.