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Francesc-Marc Álvaro | La FAES i Piqué
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16 ene 2017 La FAES i Piqué

Josep Piqué ha reaparecido en el acto de relanzamiento de la nueva FAES desvinculada del PP, para apoyar a José María Aznar, vigilante espiritual de las esencias ideológicas de la derecha española. Piqué y Alberto Ruiz-Gallardón –los dos pesos pesados que levantan la bandera del nuevo aznarismo– son críticos con el Gobierno de Rajoy y lo que consideran su indefinición ideológica. Hace poco más de veinte años, cuando Aznar llegó a la Moncloa gracias al apoyo de los nacionalistas catalanes y vascos, Piqué fue nombrado ministro como independiente, con el visto bueno de Jordi Pujol y la alegría de sectores importantes de la sociedad catalana. Durante un tiempo, se habló del piquerismo, que era una indefinición ideológica amable que prometía terceras vías antes de que este nombre fuera acuñado.

Centrismo, suavidad, sonrisas y ambigüedad. El joven ministro era el mejor comercial de una derecha posfranquista que hablaba catalán en la intimidad, congelaba el centralismo y escondía su verdadera agenda para consolidar a un presidente sin carisma. Mientras, Piqué se dejaba querer y sugería que era posible el viejo anhelo catalanista: transformar el Estado desde dentro, en beneficio de una modernización que incluyera algo parecido a la España plural. Si el Estatut de Maragall fue la última ilusión reformista desde la izquierda, el piquerismo fue el último espejismo de cambio desde la derecha. Como portavoz de Aznar, Piqué fue un virtuoso.

En el piquerismo, las élites habituales querían ver el milagro. El pujolismo y el maragallismo estaban agotándose. Piqué era seductor y creíble cuando intentaba conectar con la mejor alma de Cambó porque –a diferencia de los hermanos Fernández Díaz y otros encargados de la sucursal– era catalanista y había sido antifranquista, había militado en el PSUC, había sido próximo a CiU, leía libros y tenía capacidad de hacer un discurso original.

Pero Piqué, una vez terminada su etapa de relaciones públicas de lujo, no cambió nada. Al contrario, el Madrid oficial lo cambió a él. El corto verano del piquerismo perdió gas como una botella abierta de gaseosa cuando Aznar obtuvo la mayoría absoluta. Al final, pusieron Piqué a liderar el PP de Catalunya, pero el exministro llevó muy mal el cambio de escenario y nunca se interesó por la maquinaria de una casa donde era percibido como un extraterrestre. Su periplo político mostró, desgraciadamente, los límites del voluntarismo de puente aéreo. Que Piqué se sume ahora al rearme ideológico de Aznar es una ironía de la historia, no menor que la de Ruiz-Gallardón. Y que lo haga hablando del independentismo como si fuera un señor de Burgos y desconociera las raíces del conflicto es digno de brindis. Piqué ha acabado asumiendo el discurso de aquellos fundadores de C’s –recuerdo la cena donde ocurrió– que lo acusaron de complicidad con los de la estelada.

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