ajax-loader-2
Francesc-Marc Álvaro | Resposta proporcional
4263
post-template-default,single,single-post,postid-4263,single-format-standard,mikado-core-2.0.4,mikado1,ajax_fade,page_not_loaded,,mkd-theme-ver-2.1,vertical_menu_enabled, vertical_menu_width_290,smooth_scroll,side_menu_slide_from_right,wpb-js-composer js-comp-ver-6.0.5,vc_responsive

20 feb 2017 Resposta proporcional

El recurso a la fuerza, en manos de demócratas, siempre debe ser proporcional. Esta es la teoría. Cuando la fuerza está en manos de falsos demócratas –como Putin o Erdogan– se producen situaciones de arbitrariedad, abuso de poder y represión indiscriminada. Uno de los asuntos de la teoría política contemporánea es cómo hace frente un Estado democrático al terrorismo sin devaluar las libertades básicas y los derechos fundamentales. El terrorismo yihadista ha intensificado este debate, que ya se producía cuando los que mataban eran el IRA, ETA o Brigadas Rojas. Contra el terrorismo etarra, los gobernantes no podían seguir los métodos de Franco. Por ejemplo, ningún gobierno de la democracia llegó a suspender la autonomía; pero no seamos ingenuos: en la otra cara de la moneda, encontramos los GAL, surgidos de las alcantarillas estatales.

Cuando el conflicto se produce de manera pacífica y se expresa por conductos impecablemente democráticos, los gobernantes responsables saben que las estrategias y plantillas de la lucha antiterrorista no son adecuadas ni políticamente recomendables. El nuevo independentismo no se parece a nada de lo que ha pasado antes. Ni a ETA, ni GRAPO, ni Terra Lliure, ni las organizaciones revolucionarias de los años 20 y 30 tienen nada que ver con el soberanismo que deja de ser minoritario en 2012. Contra los independentistas –que piden un referéndum y montan manifestaciones masivas sin ningún incidente– el Estado lo tiene difícil para utilizar la violencia. ¿Cuál es la proporcionalidad razonable frente a miles que hacen performances festivas con cartulinas de colores? Madrid tiene un problema y lo sabe.

Hasta ahora, el combate oficial contra el independentismo se ha desarrollado sobre dos ejes: los tribunales (forzando al máximo el papel del TC) y la desacreditación mediática. Esta estrategia se ha complementado oficiosamente con episodios de guerra sucia desde las alcantarillas ministeriales, aprovechando casos de corrupción política real o prefabricada; la creación de una comisión de investigación en el Congreso debería aportar luz sobre la Operación Catalunya. A pesar de tantos esfuerzos, el independentismo no ha retrocedido. Entramos en una nueva fase.

Para poder aplicar la fuerza con más contundencia, hay que alterar el escenario, hay que hacerlo apto a una nueva proporcionalidad represiva. Pero la realidad es la que es. Sólo se puede reescribir el relato. Entonces, toca inventar un guión alternativo y repetirlo desde todos los altavoces. Pueden contribuir a ello tertulianos mentirosos, exministros resentidos y fiscales con afición al teatro. Todo sirve. Se fabrica una Catalunya virtual dominada por la fractura social y la violencia, y se espera. A eso se le llama cambiar el marco, y es un método muy antiguo. La posverdad –que tanto nos fascina– ya era una herramienta del conde-duque de Olivares.

Etiquetas: