26 nov 2000 Rafel Ribó – La moto que gasta passió
Deja el cargo de presidente de IC durante la sexta asamblea de la formación, que se celebra este fin de semana. Rafael Ribó, de 55 años, ha liderado estas siglas desde su creación en 1987. Ingresó en el PSUC en 1974 y accedió a la secretaría general del partido en 1986, al suceder a Antoni Gutiérrez Díaz. Profesor de Ciencia Política, actualmente es diputado y presidente de grupo en el Parlament. Durante su gestión, los cambios mundiales y los avatares locales han removido los cimientos de la izquierda. Lo suyo parece un “stand by” que llega, quizás, con bastante retraso “Va como una moto, tiene prisa y arranca en solitario, dejando atrás a los demás”.
Está sentado en una mesa pequeña de El Cafè de l’Acadèmia, un restaurante pequeño del Barri Gòtic barcelonés, cerca de la calle Ciutat, donde está la sede de su partido. Es primera hora de la mañana y Rafael Ribó está rematando su desayuno con algo dulce para acompañar el café. Los dulces son una licencia poética en un tipo que, de entrada, va de muy serio. Claro que esta seriedad bien podría ser melancolía o un vago “spleen” que se hubiera congelado en su rostro. El dirigente (ecosocialista hoy, eurocomunista ayer, leninista anteayer) ya ha contestado sus correos electrónicos y ha efectuado algunas llamadas. Es el primero en llegar al local y el último de marcharse. El ser tan trabajador no le ha convertido en una máquina. Debe de ser el único político catalán capaz, hoy en día, de almorzar de vez en cuando con la bella e inteligente actriz Aitana Sánchez-Gijón. Ribó no ganará elecciones, pero el dios de los agnósticos le compensa con creces.
En una esquina de su despacho en IC, encima de una mesa, hay un curioso adorno: es una pequeña motocicleta fabricada en cartón. Se la regalaron sus colaboradores a finales de los años ochenta. Simboliza el exceso de velocidad que algunos de sus correligionarios señalan como uno de sus tres mayores defectos políticos: “Va como una moto, tiene prisa y arranca en solitario, dejando atrás a los demás”. Quizás por eso también gusta de conducir pisando el acelerador más de la cuenta. Los otros dos pecados políticos de Ribó, a decir de sus allegados, son la incapacidad de despertar confianza y el no haber sabido cuidar a unos cuadros que, poco a poco, se distanciaron de su liderazgo. En el revés, estos mismos críticos le reconocen dos virtudes cardinales: inteligencia y valentía. De la suma de todo surgen los juicios sumarísimos. Entramos, por un momento, en una reunión de antiguos pesuqueros que, tras dar buena cuenta de un arroz negro y de un tinto del Priorat, ponen a Ribó en la bandeja: –Ribó, de tan listo que es, no se dio cuenta de que íbamos hacia el fracaso total. – Eres injusto. Él tuvo que lidiar con los peores toros: la crisis del PSUC, la caía del muro de Berlín, la deriva de Izquierda Unida… Considerando las cosas, con Ribó todavía existe un espacio a la izquierda del PSC. – Bueno, Anguita primero recibió su apoyo, no lo olvidemos. Además, Ribó ha sido tan testarudo como el Pujol que tanto critica. A ver, ¿por qué no dimitió después de los pobres resultados en las elecciones catalanas del 17 de octubre de 1999? Años antes, su antecesor, el Guti, se marchó después de un gran batacazo en las urnas. –No tenéis en cuenta que Ribó es un apasionado, se lo cree y es honesto. Esto también es importante, ¿no? – Sí, sí, pero al final la suya puede resultar una pasión inútil, que decía aquel.
Después de los últimos comicios autonómicos, en que IC se presentó como formación parcialmente coligada con los socialistas, se agrandó el distanciamiento entre Ribó y el resto de la dirección. Muchos, incluso algunos de sus amigos, le recomendaron que dejara la presidencia de las siglas. Su carácter, refractario al dictado exterior, le llevó a hacer precisamente lo contrario. Hoy, su relación con el que será su sucesor, Joan Saura, es escasa y gélida. Pero Ribó ha conseguido, tras un pulso muy forzado, mantenerse en la ejecutiva. Así que no hay nadie que le considere retirado de la primera fila. Lo suyo parece más un “stand by” que llega, quizás, con bastante retraso. Con esa elegancia de serie que da ser hijo del ex secretario de Francesc Cambó, Ribó acomodará su pasión política a los nuevos tiempos y tendrá más ratos para leer a Pla, subir montañas y degustar buenas cenas y vinos con sus amigos Vázquez Montalbán y Raimon. Pero no se fíen.
La muerte de su padre, ocurrida hace pocos meses, ha robado al dirigente de IC uno de sus interlocutores más lúcidos y afilados. En el otro extremo de la cuerda vital, su tercera hija, Alba, da a Ribó una alegría y una tranquilidad que compensa el nerviosismo en la batalla partidaria. Quedan ya lejos los días en que le apodaban “joven león del PSUC” o “Neskens”, porque era infatigable como el jugador azulgrana. Junto con Pujol es el más veterano de los líderes que han competido por la presidencia de la Generalitat. Esto le ha convertido en el antagonista perfecto del president, una suerte de crítico fijo y oficial del pujolismo. Con el líder de CiU se respetan y hay en sus pugnas algo casi entrañable. Con Pasqual Maragall, en cambio, Ribó experimenta la incertidumbre de quien nunca sabe si mañana lloverá o lucirá el sol.
No fue “progre” ni izquierdista típico, aunque no se afeitó la barba en nueve años. Más bien optó por ir de “intelectual” hasta que quiso mandar. El tiempo dirá si Ribó hizo realmente lo que pudo para salvar el patrimonio político y cívico que heredó. De momento, sonríe cuando nadie le ve.