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Francesc-Marc Álvaro | Paradoxes de Rubajoy
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12 oct 2011 Paradoxes de Rubajoy

¿Quién dijo que las democracias son aburridas? El último sondeo de Noxa Consulting para La Vanguardia desmiente esta opinión. De los muchos datos que esta jugosa encuesta nos aporta, hay algunos tan paradójicos que piden a gritos un comentario reposado. A través de este material demoscópico, descubrimos que la ciudadanía siempre es más compleja de lo que pensamos. Y que, a la hora de cazar el voto, los partidos políticos y sus dirigentes acostumbran a tener un manual que va por detrás de la realidad. En todo caso, quiero poner de relieve tres fenómenos extraños, casi paranormales, que dicen mucho del estado de la sociedad ante las elecciones del 20-N.

En primer lugar, llama la atención que los dos principales candidatos, los únicos contendientes que pueden presidir el Gobierno, despierten más desconfianza que confianza entre el electorado. Las cifras son espectaculares: Rajoy genera poca o ninguna confianza en el 70% de los encuestados mientras Rubalcaba hace lo mismo en el 66%, una distancia corta que esconde otra paradoja, si se tiene en cuenta que el popular es el preferido (con un 44%) como futuro presidente mientras el socialista (con un 37%) no despega. Una cuarta parte de encuestados –es poco si eso se relaciona con los niveles de desconfianza– piensa que ni uno ni otro están capacitados para sacar a España de la crisis, pero en este apartado es donde el líder conservador se impone con más rotundidad, con una ventaja de más de quince puntos. Duran Lleida es el candidato mejor valorado en Catalunya, el único lugar donde –atención– se prefiere Rubalcaba a Rajoy.

Que la desconfianza disparada sea el factor que unifica los carteles del PP y del PSOE es un elemento que tendría que preocupar a las cúpulas de ambas fuerzas. Este dato nos dice que los votantes emitirán su sufragio a partir, sobre todo, de una elección en negativo, desde la resignación de asumir el mal menor, lo cual queda muy claro cuando se observa que el actual Gabinete y la actual oposición reciben un suspenso considerable de sus respectivas parroquias. Dicho de otro modo: ni el proyecto de la derecha (desconocido de manera clamorosa excepto en su españolismo) ni el de la izquierda (consistente en hacer ver que Zapatero es un marciano) consiguen despertar interés y obtener un mínimo de credibilidad. Por eso Rajoy y Rubalcaba tienen más en común de lo que parece, y por eso estamos ante Rubajoy, una entidad electoral híbrida y complementaria hecha de amnesias, silencios y trucos de barraca de feria. Rubajoy es el candidato del fatalismo y de la desesperanza inercial, un icono que desplaza a otro llamado ZP, como en un ritual antiguo que ya ha perdido todo significado para los que lo practican. La desconfianza nace, pues, de escuchar a un tipo que no dice nada y a otro que dice todo lo contrario de lo que ha hecho cuando gobernaba. Si la gente se fiara, sería un milagro.

En segundo lugar, los datos del sondeo presentan la siguiente incongruencia: mientras Rajoy es el preferido, las propuestas que reciben más apoyo son las que responden a posiciones socialdemócratas clásicas, singularmente el rechazo a los recortes en servicios básicos y la aceptación de que los impuestos crezcan, extremo compartido por una mayoría muy holgada donde hay votantes de todo signo. Así, parece que la sociedad española desea que la derecha aplique un programa de izquierdas, pero con matices. Por ejemplo, la necesidad de abordar una nueva reforma laboral tiene también un apoyo muy amplio, lo cual hace pensar en aquello tan difícil –imposible– de hacer la tortilla sin romper los huevos, porque aquí los sindicatos pondrían el grito en el cielo. ¿Estamos ante la inteligencia del cuerpo electoral o más bien aflora una confusión que lleva mucho tiempo incubándose bajo el descrédito de los políticos? Imagino al nuevo inquilino de la Moncloa diciendo aquella famosa frase de Groucho Marx sobre los principios.

Y, en tercer lugar, hay un dato que pone a los grandes partidos estatales entre la espada y la pared en Catalunya: el 75% de los encuestados cree muy o bastante necesario un nuevo pacto fiscal. A partir de esta evidencia, Rajoy (y Fernández Díaz) y Rubalcaba (y Chacón) quedan en fuera de juego, porque resulta que un 68% de votantes populares se suma a la idea promovida por Artur Mas y también lo hace un 71% de los socialistas. ¿Cómo puede ser que los dirigentes socialistas y populares de aquí estén tan lejos del sentir de su público en un asunto que toca directamente el bolsillo de la gente? Estamos ante un fracaso estrepitoso del PSC y del PP de Catalunya a la hora de analizar aquello que interesa de veras a la ciudadanía. El caso hace mucha gracia porque unos y otros se han dedicado a repetir que el nacionalismo mayoritario es una ideología que exalta los símbolos y no tiene en cuenta la Catalunya real ni el día a día de las personas. ¿Dónde está ahora la Catalunya real? La encuesta demuestra que la apuesta del actual presidente de la Generalitat es una de las jugadas más interesantes hechas desde el campo catalanista en años, incluso asumiendo que tiene mucho de riesgo y que depende, en última instancia, de cómo quede el cuadro de mayorías y minorías en las Cortes.

Ya lo ven, pues: los políticos quizás aburren, pero la política que nos llega de la mano de Rubajoy promete momentos estelares.

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