02 ene 2012 La veritat triomfant
Empezamos el 2012 con una gran lección sobre la política y la vida: el Gobierno supuestamente liberal del PP sube los impuestos y comunica que el déficit público en España es del 8% y no del 6%, como había comunicado el ejecutivo saliente presidido por Zapatero. Los principios son de goma, y la verdad aflora con todo su esplendor cuando la realidad muerde. ¿Se han sorprendido? Las incertidumbres son superiores a toda previsión y el gobernante que se pretende responsable ejerce de purgante. La derecha se pone el vestido socialdemócrata para recaudar como un bombero utiliza un equipo especial para entrar en un incendio. Dentro, quemándonos, estamos todos los que vivimos de un salario. Y demos gracias, nos dicen, porque la presión fiscal no afectará al IVA.
El año que hemos cerrado tuvo un factor bueno en medio de tantas noticias negativas: convirtió la verdad en protagonista de nuestras vidas y por eso barrió a los políticos que la habían despreciado con obstinada recurrencia. No barrió, en cambio, a otros líderes económicos y sociales que hicieron exactamente lo mismo que aquellos que se presentan a las elecciones. Harry G. Frankfurt nos ha explicado muy bien que «las sociedades no pueden permitirse tolerar a nadie ni nada que alimente una indiferencia displicente ante la distinción entre verdadero y falso» y también ha subrayado que «sin verdad estamos destinados a fracasar antes de empezar». ¿Acaso las sensatas anotaciones de este profesor norteamericano no parecen obvias? Las olvidamos.
Dureza, realismo, sacrificios, sinceridad. Y verdad, mucha verdad, pero sin querer crear alarmismo, un ejercicio parecido al de clavar un clavo sin meter ruido. Artur Mas, que fue el pionero de esta actitud en el Estado, ha advertido que este nuevo año también será difícil. Mariano Rajoy se ha puesto a la tarea más tarde y con una gran diferencia respecto del presidente catalán: dispone de más instrumentos y de más poder, por mucho que Bruselas marque unas obligaciones. La estampa del Govern buscando un crédito para abonar la paga extra de Navidad de los funcionarios no refuerza precisamente el prestigio de las instituciones de autogobierno. Pero hay que ser positivos y ver en este episodio una ocasión para saber qué tipo de poder es el que denominan «autonómico».
La crisis frena y alienta a la vez el soberanismo catalán: lo frena porque lo más importante para cada individuo es sobrevivir, pero también lo alienta porque muestra descarnadamente los límites de una estructura que lesiona a una sociedad dinámica. El catalanismo tiene a favor una verdad incontestable: ¿cómo puede ser que los más ricos de las Españas deban pedir limosna? Y el centralismo tiene otra verdad eficaz: si quieres algo, pasa por el tubo. Les deseo, amigos lectores, que el 2012 no les sea muy inclemente y recuerden que hace cien años –cuidado– se hundió el Titanic.