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Francesc-Marc Álvaro | Pujol contra Mas
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05 mar 2012 Pujol contra Mas

Jordi Pujol es tan consciente de su papel central en la historia de la Catalunya del siglo XX que ha escrito sus memorias con la voluntad nada disimulada de delimitar el campo de estudio de los historiadores que deberán explicar su figura y su acción de gobierno. En castellano, a eso se le llama ser «muy cuco». Estos días, el ex president presenta el tercer volumen de sus recuerdos, escrito con la colaboración de Manuel Cuyàs y titulado Memòries. De la bonança a un repte nou (1993-2011), y aprovecha la ocasión para reiterar que, para Catalunya, es tan complicado el camino de la independencia como el de seguir con la situación actual. Ni truco ni trato.

Los que le escuchan pueden interpretar lo que quieran. Su proverbial ambigüedad se mantiene, aunque reconoce el fracaso de la España de los puentes del diálogo cantada por Espriu, por la que él apostó siempre, incluso cuando le querían meter en prisión por el caso Banca Catalana o cuando le gritaban aquello de «Pujol, enano, habla castellano». Ahora, jugando a hacerse el outsider, hace un guiñó cómplice al nuevo soberanismo sin dejar de tener los pies en el suelo. Si en sus memorias deja demasiados espacios en blanco, en sus declaraciones reafirma su sintonía con Artur Mas, un presidente con una misión casi imposible.

En este contexto, observo con divertimento –no con sorpresa– que aparecen nuevos fans de Pujol que utilizan las palabras y los gestos del patriarca nacionalista para ir contra el actual presidente de Catalunya. La operación tiene su gracia, porque la protagonizan algunos conspicuos antipujolistas acreditados que, en vez de analizar y admitir sinceramente el desastre nacional que representó el tripartito, van de culo para denigrar a la máxima autoridad del país y sus esfuerzos ante la crisis y el expolio fiscal que sufre la sociedad catalana. Uno de los momentos estelares de irrupción de estos novísimos pujolistas de plástico fue cuando el Govern anunció que TV3 también tendría que recortar los presupuestos y alguien quiso hacernos creer que el país se hundiría. Entonces, varios opinadores conocidos por su fobia a Pujol, a CiU y a lo que denominan siempre «el nacionalismo de derechas»comenzaron a enaltecer al líder histórico que había creado la televisión nacional que «su sucesor se quiere cargar». Algunos se han encontrado tan a gusto en este papel que incluso dan lecciones de hermenéutica pujoliana.

Ante eso, toca mearse de la risa. Más valdría que estas mentes desaprovechadas se dedicaran a hacer autocrítica sobre lo que ellos denominaban «esquerra nacional», un proyecto que necesita aportaciones sólidas. Sobre todo, deberían hacerlo los que, durante siete años, fueron cobijados bajo el paraguas (oficial y público) de la formación que tenía la gloriosa misión histórica de arrastrar al PSC hasta el independentismo. Pujol no necesita partidarios tan clarividentes.

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