31 ago 2012 Abans no apugin l’IVA
El calendario tiene estas cosas. Ahora es verano (en verano no hay cocido malo) y, sin que ustedes se den cuenta, mañana ya será otoño (mentalmente la canícula acaba hoy) y llegarán todos los cocos, empezando por el aumento del IVA. Calma. Hay un tiempo para sembrar y un tiempo para labrar, y bla-bla-bla. Mientras, podemos mirar como pasa la vida, que eso todavía es gratis. Ha llovido y, en medio de los charcos, los feriantes desmontan los cuatro tenderetes de falsa artesanía que han mantenido abiertos todo agosto, como este que firma. El tío Baixamar observa la escena -vagamente felliniana- como cada año, y celebra la rutina que nos salva del caos, que es siempre la rutina de los otros. Lo veo un poco inquieto mientras toma el penúltimo gin-tonic conmigo.
-¿Qué hay que hacer, chico?
-Querrás decir qué haré yo. Porque tú, querido tío, harás lo que haces siempre cuando llega este día.
-¡Carajo! ¿Otra vez? Eres un mal bicho, sin corazón, eres más cínico que Núñez Feijóo y Patxi López juntos. ¿Por qué me haces la misma putada cada verano? Un año me plantaré e iré a hablar con el señor Antich…
-Tío, no desvaríes. Ya sabes cuál es el trato. No abuses de este breve momento de publicidad porque, entonces, romperás la magia del negocio.
-Sí, chaval, sí. Ahora me dirás lo del minuto de fama, que decía Warhol, que todos citáis lo mismo y dais pena.
-Los periodistas no tenemos imaginación, por eso nos repetimos. Si quieres otra cosa, lee novelas.
-Pues, ahora que lo dices, me han regalado la novela supuestamente porno que leen todas las madres que quieren estar al día. No recuerdo el título.
-No te veo leyéndola, la verdad.
-Coño, claro que no. No estoy tan jodido. La llevaré bajo el brazo, para ligar, cuando vaya a tomar café donde recalan muchas mujeres después de dejar a las criaturas en el cole. La literatura siempre ayuda.
-Ya no es edad de ciertas cosas…
-Calla, calla. Encima que me obligas a largarme de la columna todavía querrías que hiciera vida de monje. ¡Rediós! Tienes que saber que muchos lectores -y lectoras- tendrán un gran disgusto si no me encuentran aquí mañana. Me lo han dicho.
-Y muchos otros tendrán una alegría sensacional. No te engañes, amigo: la vida y los diarios son así, nunca se escribe a gusto de todo el mundo y nunca hay que intentar gustar a todas las parroquias. Lo que te pasa es que te cuesta tanto terminar como empezar. Siempre es lo mismo.
-Sí, somos animales de costumbres, y Montoro más; animal, digo. ¿No podría seguir unos días? Venga, que ahora las cosas se están poniendo como el mar antes de una tormenta.
-¿Y la barca aguantará?
-Te lo diré el año próximo, si Dios quiere.