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Francesc-Marc Álvaro | Saber riure’s del més sagrat
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21 sep 2012 Saber riure’s del més sagrat

Manuel Valls, ministro del Interior de Francia, se ha desmarcado de la línea oficial del Gobierno francés socialista y ha recordado que «la libertad de hacer caricaturas es un derecho fundamental» y ha añadido que todo el mundo puede acudir a los tribunales si se siente injuriado por una obra de este tipo. Valls ha relacionado la caricatura con la libertad de expresión y, como es lógico, con la responsabilidad de cada emisor.

El debate es viejo pero retorna, a caballo de la inflamación popular entre poblaciones musulmanas que se indignan porque interpretan mecánicamente este humor occidental como una ofensa y una humillación insoportables. No seamos ingenuos. Hay un islamismo radical que se escandaliza ante las caricaturas para agitar unas masas generalmente descontentas con los gobiernos de sus respectivos países. Digamos que, la vez, también hay una derecha xenófoba y populista que se dedica a pervertir la libertad de expresión para alimentar al fantasma del «extraño» inadaptado. Con eso no quiero situarme por encima del conflicto y pasar por neutral. Considero, como Valls, que no podemos renunciar, de ningún modo, a hacer humor con lo que sea, aunque eso nos exponga a la instrumentalización de un derecho por parte de islamistas y ultras.

¿Cuál es el problema? La cuestión es de valores. Desde el siglo XVIII, como mínimo, las sociedades occidentales han considerado que el individuo progresa si, entre otras cosas, practica una sana irreverencia. Eso no quiere decir que todo el Occidente haya sido un paraíso de la libertad de expresión, como sabemos bien los que vivimos en este rincón. Nosotros también hemos tenido y tenemos nuestros fanáticos y nuestros intransigentes, no es un mal exclusivo del mundo musulmán. Pero aquí hemos conseguido que las leyes y los jueces amparen -en general- la expresión de la discrepancia también cuando es satírica.

Francia ha cerrado embajadas y centros culturales en el norte de África ante el miedo de ataques del islamismo extremista. Es una derrota y una opción pragmática para evitar daños mayores. Los musulmanes que viven en Europa, EE.UU. y el resto de Occidente son los primeros que deberían salir en defensa de la libertad de expresión, incluida la caricatura. El pacto básico, en sociedades abiertas, es que cada individuo tiene derecho a tener y practicar su fe y, a la vez, tiene derecho a cuestionar la fe del otro, incluso con ironía y sarcasmo. Fe y humor se combinan y eso nos invita a la autocrítica. Saber reírse de lo más sagrado conjura la neurosis y vacuna contra el dogmatismo.

¿Habrá que acostumbrarse a crisis de este tipo? Parece que sí. Es pesado y arriesgado. Los de la revista Charlie Hebdo hacen lo que deben en una sociedad adulta que no acepta vivir con miedo. Ellos sí defienden lo más sagrado.

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