12 oct 2012 Espanyolitzar la tribu rara
Tuve mucha suerte. Por nacer en 1967 y porque mis padres me apuntaron a una escuela avanzada que, a pesar de haberse fundado durante la dictadura, tenía claro que el futuro pasaría por la democracia, la libertad y el conocimiento de la cultura y la lengua catalanas. Mi hermana, diez años mayor, fue educada, en cambio, dentro de los cánones más típicos del poder franquista. A ella sí intentaron españolizarla -para decirlo a la manera del ministro Wert- con la normalidad con que se hacían estas cosas.
Hay que decir que aquella españolización era, sobre todo, una manera sistemática de intentar borrar cualquier rastro de catalanidad (no digo catalanismo) que pudiera entrar en las aulas. Era parte de un planificado y metódico genocidio cultural que, afortunadamente, no tuvo el éxito previsto. Hombres que participaron en aquel crimen y que después se desmarcaron, como Ridruejo, lo han explicado perfectamente. Wert debería leer los libros de este falangista que se pasó a la causa democrática.
La españolización no era sólo una pastilla ideológica que los niños catalanes debían tomarse cuando estudiaban Formación del Espíritu Nacional o Formación Político-Social, que tenía lecciones sobre la bandera de Falange, los caídos (sólo de un bando), José Antonio o el 2 de Mayo. Este adoctrinamiento impregnaba todas las materias y, finalmente, el impacto del lavado de cerebro dependía también de la adhesión real o fingida del maestro de turno a aquella chatarra. La gente que está en los cincuenta explica escenas que los jóvenes de hoy no pueden ni imaginarse.
Españolizar debe ser convertir en españoles a los que no lo son o a los que no se sienten como tales. Es un verbo que recuerda el verbo colonizar. Españolizar es hacer «ingeniería social», término que utilizan -por cierto- PP y Ciutadans para referirse a la actual inmersión lingüística, aunque no lo aplican al referirse a las escuelas francesas o inglesas donde algunos de sus dirigentes llevan felices a los hijos. Españolizar es una operación que se hace tomando al otro como un simple objeto, y este otro es el diferente, la rara tribu que debe ser asimilada. Así, nos aparece, en todo su esplendor, la idea fuerza que domina la política española desde hace siglos: Catalunya es una anomalía que hay que disolver.
En uno de los libros que utilizaba mi hermana en el colegio -hablo de los sesenta- hay una lección sobre el 12 de Octubre, que hoy toca repasar, para hacer caso a Wert. El texto va encabezado por un título inequívoco: Día de la Hispanidad. Se puede leer: «A partir de dicho día, España comenzó a cumplir en las tierras descubiertas su misión civilizadora y evangelizadora, llevando a ella su lengua, su religión, sus costumbres y adelantos de todo género». Se trata de eso.