31 dic 2012 Consellers que fan política
En una situación normal, se espera que un ministro o un conseller aplique políticas y, tal vez, haga política. Se trata de cosas diferentes. Sacar adelante las políticas nunca es fácil, pero en un clima social de bonanza todo fluye mejor y, entonces, hay ministros y consellers que se ponen de perfil y se dedican a ir tirando para ahorrarse problemas. La crisis que vivimos impide este tipo de ejercicios de supervivencia, pero siempre hay, en cualquier Gabinete, quien aspira a imitar al hombre invisible. El nuevo Ejecutivo que ha hecho Mas está pensado para que nadie tenga esta tentación: coloca a todos los consellers en primera línea de fuego y les exigirá hacer mucha política.
Las políticas que realizará el nuevo Govern de CiU vendrán limitadas por un horizonte presupuestario muy negro y consistirán -si hacemos caso del acuerdo con ERC- en la gestión de una precariedad que quiere parecer menos recortadora a cambio de intentar implantar nuevos impuestos. La manta es corta. Ante esta realidad, cada conseller deberá desplegar muchos esfuerzos y emitir un discurso sólido para crear complicidades y adelantarse a los conflictos, con más agilidad que hace unos meses. En el anterior Govern, parecía que el único que podía y sabía hacer política era el president, mientras los consellers adoptaban -con más o menos ganas y éxito- un perfil declaradamente discreto, incluso los que tenían más campo para correr y más frentes abiertos.
La composición del Govern que ahora ha empezado a andar debería permitir que Mas no tenga que apagar tantos incendios en el día a día, y que la presidencia se dedique a liderar con más perspectiva las dos grandes agendas que tiene encima de la mesa, la de la crisis y la de la consulta soberanista. Mas-Colell y Homs, con el concurso especial de Gordó, están para descargar al presidente de varias y complicadas batallas, actuando como pararrayos declarados. Además de Rigau y Mascarell -que han dado pruebas de solvencia en sus respectivos departamentos-, se espera que el resto de consellers -viejos y nuevos- entiendan que tienen que ser más proactivos y menos reactivos. Un veterano bregador como Puig tiene -por ejemplo- la gran oportunidad de demostrar en Empresa i Ocupació que, cuando no hay dinero, hay que tener mucha mano izquierda para evitar más malestar de la cuenta en ambientes sensibles.
Mas es un jefe de Gobierno a quien cuesta demasiado delegar, pero eso deberá cambiar. La figura del nuevo conseller de la Presidència indica que hay un enfoque más flexible y que también Homs, a su vez, deberá delegar mucho más de lo que lo hacía como secretario. Y todos los consellers tendrán que aprender a asumir más riesgos diarios en lo que hacen y dicen, porque el tiempo se acelerará. Este Govern no sólo es más político, también debe saber jugar más como un equipo perfectamente coordinado.