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Francesc-Marc Álvaro | Catalunya plural i Govern
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07 ene 2013 Catalunya plural i Govern

Todo el mundo coincide: el Parlament de Catalunya refleja hoy de manera más fiel la compleja diversidad social de lo que lo hacía tres meses atrás. La foto de las lealtades culturales, los intereses en pugna y los valores dominantes es hoy más exacta, y eso da musculatura y vigor a la democracia. Catalunya tiene hoy el Parlamento más plural del Estado, lo que no facilita la gobernabilidad pero dice mucho de la validez de un sistema que algunos querrían sustituir por la tecnocracia y otros por las asambleas. Pero la vida parlamentaria no lo es todo. La sociedad civil también expresa esta pluralidad.

Sociedad civil es un concepto que se utiliza para denominar cosas de muy diversa naturaleza. Como escribe Bobbio en una distinción clásica, «sociedad y Estado funcionan como dos momentos necesarios, separados pero contiguos, distintos pero interdependientes, del sistema social en su conjunto y estructura interna». Para entendernos, sociedad civil es a la vez el Col·legi de Metges, la Plataforma Stop Desahucios, el Foment del Treball, la Coordinadora de Grups Castellers, el Gremi de Torrefactors de Cafè y la Associació Gitana de Tarragona. Ahora bien, todos estos actores no tienen el mismo peso.

Como es sabido, la capacidad de influencia sobre las administraciones está en relación con la representatividad y el papel más o menos protagonista que las organizaciones tienen en sectores clave. Por eso las patronales y los sindicatos son los principales interlocutores de los gobiernos, y tienen en sus manos -en tanto que grupos de interés relevantes- la capacidad de presionar de manera legítima para orientar las políticas.

El hecho decisivo de las sociedades desarrolladas es que dentro de cada grupo de interés existe una creciente pluralidad de posiciones, que obedece a la segmentación y atomización de formas de vida, intereses y valores. Así las cosas, hablar hoy en Catalunya de trabajadores o de empresarios como si habláramos de un todo muy compacto y homogéneo es desconocer la realidad. No estamos a principios del siglo XX, cuando entre las clases sociales existían barreras muy rígidas. Ni las élites ni las clases medias y populares son hoy compartimentos de un solo color.

En este contexto, el nuevo Govern Mas deberá moverse entre posiciones contrapuestas. Por ejemplo, al lado del gran empresariado, que es contrario al proceso soberanista, están los pequeños y medianos empresarios, muchos de los cuales ven la apuesta por el Estado propio como la salida más razonable para no perder más oportunidades. Ellos también han hecho cálculos y saben cuál es el coste insostenible de mantener el statu quo. Ya no se puede hablar del mundo de los negocios como de un entorno con una sola voz. La diversidad nunca da miedo a los demócratas. Por eso el Govern debe escuchar a todos, sin olvidar el mandato de las urnas.

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