25 feb 2013 Tallar d’arrel
Está la cosmética y está la cirugía. Y ahora toca cirugía de urgencias, porque llegamos tarde. En Catalunya, la fuerza que debe ser más decidida, rápida y ejemplar contra la corrupción es CiU. Motivos no faltan. Primero: tiene en sus manos el Govern. Segundo: es, todavía, la opción más votada por los ciudadanos. Tercero: tiene el mandato democrático de conducir el proceso soberanista. Cuarto: es el grupo más importante de las Cortes después de populares y socialistas. Quinto: muchas personas trabajan bajo la marca CiU en ayuntamientos y otras administraciones… Y, por encima de todas estas razones, una muy evidente: o Artur Mas corta de raíz con las sombras de corrupción en CiU o su liderazgo será víctima de un exceso de –digamos- prudencia, tolerancia o lentitud. El capital político que el president acumuló durante los años de oposición se puede echar a perder a causa de una falta de reflejos y de cintura en este terreno tan sensible.
Es el momento en que Mas debe hacer valer su autoridad para exigir las dimisiones que correspondan, pensando sólo en la credibilidad de las instituciones y del proyecto que encabeza. Por encima de las lealtades personales hay una lealtad superior, a los votantes y al conjunto de la sociedad. Ninguna persona –se llame Martorell, Crespo o Pujol Ferrusola- es más importante que el contrato que todo partido firma con la gente cuando se presenta a las elecciones. Eso concierne también a Unió y Duran, obviamente. No podemos esperar otra cosa de Mas, un político que, además, ha demostrado su honestidad probadamente, también en medio de la guerra sucia que se puso en marcha durante la pasada campaña. Las buenas intenciones ya no sirven: no basta con la reciente cumbre anticorrupción ni con un nuevo código ético que CDC aprobará dentro de dos meses. La velocidad de los acontecimientos y de la indignación reclama que Mas corte de raíz. No porque se lo pida ERC, sino porque la disyuntiva es la siguiente: o actúas como el campeón contra la corrupción o los votantes no querrán ni escucharte.
El último barómetro del CEO deja claro que CiU y PSC van bajando. No es un hecho coyuntural y, entre varios factores, también influye la corrupción. CiU está vendiendo una Catalunya nueva y eso debe acreditarse con los hechos. No hay patriotismo sin regeneración a fondo y esta no puede ser retórica ni a paso de tortuga. En teoría, el president sabe lo que se tiene que hacer: “ese juego sucio de los demás –dijo el sábado- no es excusa para justificar la falta de honestidad o ciertos comportamientos poco éticos en nuestra casa”. En la práctica, es la hora de que algunos se vayan y dejen paso a dirigentes a los que no se pueda relacionar con ninguna irregularidad o tejemaneje. La historia será implacable con quien se aferre al cargo.
Tocan actitudes contundentes, firmes, inequívocas, coherentes. Ya hemos avisado.