01 jul 2013 Sumar els no convençuts
El gran éxito del Concert per la llibertat señala que el nivel de movilización del soberanismo social, casi un año después de la Diada del 2012, sigue siendo muy alto. Dicho esto, la satisfacción entre las entidades partidarias de un Estado propio no debería impedir una reflexión muy profunda, realista y afinada sobre el verdadero reto que se les plantea ahora: la construcción de una gran mayoría social que, llegado el día de un referéndum o consulta, opte claramente por el camino de la soberanía plena más allá del marco español.
Aunque el último barómetro del CEO indica que el apoyo a la independencia podría ser próximo al 56%, otras encuestas y el análisis de los últimos resultados electorales ponen en evidencia que el discurso soberanista todavía está ausente en áreas significativas del país y en ámbitos que, desde el punto de vista demográfico, son importantes. El fantasma de un eventual empate entre partidarios y contrarios del divorcio Catalunya-España es muy presente, sobre todo teniendo en cuenta que hay dinámicas imprevisibles que sólo se pondrían en marcha en caso de que el pueblo fuera llamado a pronunciarse sobre esta cuestión o nos encontráramos ante unas elecciones plebiscitarias. El caso del Quebec, donde el soberanismo es fuerte pero no lo bastante mayoritario, puede ayudar a evitar errores.
Ciertos entornos del soberanismo dedican más tiempo y más energías a presionar al Govern Mas y los partidos sobre la fecha de una consulta que a trabajar en la extensión del concepto de Estado propio entre los ciudadanos que están lejos del catalanismo o que son partidarios de mantener el statu quo. Este es un punto débil que merece autocrítica. La historia nos enseña la estrategia más eficaz. El catalanismo ha salido adelante cuando ha primado la suma y ha persuadido a gente muy variada: católicos y laicos, tradicionalistas y republicanos, rurales y urbanos, autóctonos y recién llegados, tenderos y proletarios, industriales e intelectuales, etc. Si el soberanismo no intensifica la explicación de su proyecto entre los no convencidos, no traspasará nunca el umbral que le permitirá alcanzar el objetivo marcado.
El optimismo de los movilizados no puede tapar que, más allá de las resistencias de los poderes españoles, la consistencia de esta apuesta radica en que la solución soberanista sea adoptada por muchos catalanes ajenos al catalanismo. No hay más. Ahora bien, al lado de estas debilidades, también hay sorpresas de signo contrario, que ponen de relieve cambios de mentalidad inimaginables hace una década. Por ejemplo, en una reciente comida de empresarios en el Cercle del Liceu, diez de quince de los presentes se manifestaron partidarios, con toda tranquilidad, de una Catalunya independiente. La cara de quien había convocado la reunión, una figura vinculada antaño al PP, era todo un poema.