21 oct 2013 Aguantarà aquesta societat?
El incidente protocolario del pasado jueves en Foment del Treball es engañoso porque, en lectura superficial, alimenta la creencia de que habrá un choque de trenes cuando, en realidad, el gesto de Sáenz de Santamaría responde perfectamente a una estrategia menos dramática, adoptada por el Gobierno Rajoy para combatir el soberanismo y evitar cualquier consulta sobre el futuro de Catalunya. Esta estrategia consiste en una suma de acciones que observamos desde hace meses: asfixiar financieramente a la Generalitat, subrayar que el poder de verdad está en Madrid, intentar desacreditar al president, propagar el catastrofismo sobre la propuesta de independencia y explotar la desunión entre los partidos catalanes. El resultado que los poderes de España buscan -lo ha escrito también Rafel Nadal- es que la sociedad catalana, una vez cansada y asustada, deje de movilizarse para poder votar, se revuelva contra Mas y acabe pensando que conformarse con lo que hay es el mal menor.
El pronóstico de los estrategas del PP es que el movimiento soberanista se desinflará a partir de la suma de la presión intensa de Madrid y el previsible retroceso electoral de CiU, un marco al cual también añaden la ruptura entre Unió y CDC y -no seamos ingenuos- la aparición de nuevas noticias escandalosas -reales o fabricadas- que debiliten los liderazgos del soberanismo. Ya sabemos que los casos de corrupción no afectan para nada al españolismo del PP y PSOE pero sirven, en cambio, para asegurar que todo el catalanismo/soberanismo está podrido.
La estrategia de Madrid parte de una previsión: una sociedad como la catalana, acostumbrada a un nivel de bienestar determinado, no aguantará el tirón y acabará frenando cuando las cosas se compliquen materialmente (todavía más) para cada ciudadano. Es como si, a la vista de la enorme inquietud que imperó en España entre 1975 y 1978, alguien hubiera sugerido que no valía la pena andar hacia la democracia. De hecho, los nostálgicos del franquismo decían eso y cosas peores. Pero, entonces, los gestores de la transición y las élites que los acompañaban hacían llamamientos constantes a la confianza.
Nadie sabe cómo y de qué manera la sociedad catalana acabará reaccionando ante la estrategia de desgaste adoptada por Madrid. Pero sí sabemos -y aquí fallan los análisis hechos desde fuera de Catalunya- tres cosas: el nuevo movimiento soberanista funciona de abajo hacia arriba, en él pesan mucho las nuevas generaciones liberadas de los miedos de la transición, y parte de la constatación empírica y racional de los agravios con Catalunya que, además, la estrategia del Gobierno Rajoy confirma diariamente.
Madrid ahoga, pero el reto principal del soberanismo es avanzar hacia la difícil consulta utilizando viejos partidos que forman parte de un mundo alumbrado por las claudicaciones.