13 ene 2014 Guerra de desgast
Las cosas van, de momento, como estaba previsto. El llamado proceso soberanista no es nada más que un intento de repartir el poder sobre unas nuevas reglas de juego, basadas en el reconocimiento político de una sociedad que -si hacemos caso a Renan y huimos de cualquier historicismo- confirma diariamente que es una nación diferente. La transformación progresiva del catalanismo político en soberanismo responde a un bloqueo de los poderes españoles, contrarios a reconocer los agravios y situados en el paradigma de la guerra de desgaste. Todo lo que hace y dice el Gobierno parte de la creencia que, tarde o temprano, el movimiento soberanista perderá fuerza y peso, y que habrá una rendición de las clases medias indígenas, fatigadas de vivir en la revuelta. Desaparecerán las estelades de los balcones -piensan en Madrid- y Catalunya entenderá que ha sido víctima de una nueva «falsa ruta», para decirlo como se escribió en 1939.
Si tú piensas que tu adversario caerá por agotamiento, tú no quieres hablar nunca sobre el núcleo del conflicto. Te limitas a esperar y a bombardear propaganda, que para eso eres el Estado y tienes todos los recursos visibles e invisibles para generar adhesiones automáticamente. El Ejecutivo popular calcula que la parte de sociedad movilizada será finalmente abandonada o decepcionada por Mas y por CiU, lo cual romperá la moral de los de abajo y provocará luchas autodestructivas en el movimiento soberanista. El acuerdo sobre la fecha y la pregunta desmintió estas expectativas, pero los estrategas de la Moncloa tienen otra esperanza: que la dura competencia electoral entre convergentes y republicanos acabe reventando el acuerdo entre las dos formaciones. Ahora, además, cuentan con un factor especial: que el conflicto vasco (exacerbado por una premeditada falta de flexibilidad) ayude a tapar y desdibujar la causa catalana. Se trata de poder repetir que Mas y ETA son lo mismo, como ha hecho Aguirre.
Rajoy -nos explica desde Madrid Carmen del Riego- tiene un plan para rebatir el proceso soberanista y la convocatoria de la consulta. Pronto, el líder del PP hará un discurso en Barcelona que anunciará lo que ya estamos notando desde hace meses. El documento que Margallo ha enviado a las embajadas da pistas claras del tono y contenido del mencionado plan. En coherencia con todo lo que hemos observado hasta hoy, es de prever que la propaganda del Gobierno del PP tendrá como objetivo primordial negar la base real del trato injusto que recibe Catalunya desde el punto de vista económico, político y cultural. Ante la demanda de una consulta, la tesis oficial de Rajoy y sus ministros es desmentir que haya ninguna situación fiscal, institucional o lingüística que justifique que muchos catalanes quieran dejar de ser españoles. Auguro que este discurso tan cínico será como un gran bumerán.