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Francesc-Marc Álvaro | Són uns sentimentals
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27 ene 2014 Són uns sentimentals

Mi artículo de hoy arranca del que publicó el sábado aquí Fernando Ónega. Ya lo he dicho otras veces: este gallego es uno de los escasos comentaristas de Madrid que intenta entender lo que pasa en la sociedad catalana. Coincido con Ónega cuando dice que la convención que ha montado el PP en Barcelona este fin de semana no dará grandes resultados, excepto -añado yo- para el soberanismo, que gana partidarios cada vez que Rajoy, Cospedal, Montoro, Fernández Díaz o Sánchez-Camacho abren la boca. En este sentido, es especialmente inmoral que la líder de los populares catalanes haya comparado el drama de la violencia en el País Vasco con la situación en Catalunya. Esta manía de asociar el proceso catalán a ETA es grotesca, ofende a mucha gente y pone de manifiesto el poco respeto a la verdad que tienen los estrategas del PP.

Tiene razón Ónega también cuando señala que ni el discurso legal ni el discurso de la dureza (del miedo, según lo interpretamos muchos) harán cambiar de posición a las moderadas clases medias que se han apuntado al proyecto independentista. Al contrario, muchos indecisos se convierten automáticamente en independentistas al oír las amenazas del Gobierno y del PP. Sólo el discurso económico -apunta el colega- podría tener incidencia en la gente, pero añade que «nunca hubo un mensaje realista que se impusiera a la épica del sector del pueblo catalán que se ha hecho a la idea del Estado propio». Cierto, con matices: el soberanismo mueve a más gente hablando del déficit fiscal que invocando los hechos de 1714, mira más al futuro que al pasado. Esta convención era la gran ocasión para aportar argumentos racionales sobre la continuidad de Catalunya en España, basados en los intereses y en las realidades diarias. No se aprovechó. Tuvimos otras cosas, como el tuning taxidérmico de Tarradellas, un abuso que da risa, tanto como las citas recurrentes de Verdaguer, Maragall o Espriu.

Rajoy y los suyos han explotado el registro sentimental y romántico, propio del XIX. Han regalado el discurso de la racionalidad al soberanismo. Prefieren cantar «Que viva España…» y confiar en Santa Teresa. Montoro prometió que publicaría las balanzas fiscales para demostrar que los catalanes hacen un gran negocio si continúan en España, pero se desdice y hace el ridículo. Resulta muy sospechoso que el PP esconda las cifras que explicarían qué tipo de relación -injusta según muchos expertos- hay entre una sociedad que contribuye de manera principal a las arcas del Estado y los poderes que tienen que redistribuir estos recursos. ¿Tan poco seguros están Rajoy y el PP del atractivo que España representa para los catalanes cuando piensan en la cartera? Supongo que el CNI debe dedicar la mayor parte de sus esfuerzos a corregir los efectos inesperados de la estrategia de la Moncloa para seducir a la sociedad catalana.

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