08 feb 2021 Dolors Sabater, la chica del camión
Cuando tenía solo dieciséis años ya era muy conocida en su ciudad, Badalona, porque conducía un gran camión de la empresa familiar, dedicada al tratamiento y distribución de sebo para elaborar jabones, candelas y otros productos. Ese mismo camión le sirvió para llevar a cabo sus primeras aventuras como activista, con el grupo de amigos. Dolors Sabater, cabeza de lista de la CUP y exalcaldesa, da la sensación que todavía no ha bajado del camión insumiso de su adolescencia. Los ojos le brillan cuando expone sus ideas: eso nos hace olvidar que es la presidenciable más veterana de esta campaña –nacida en 1960–, la número 1 de la lista que, paradójicamente, quiere encarnar la rebeldía de las ultimísimas generaciones, las que no se sienten concernidas por el “régimen del 78”.
El camión de la profesora Dolors Sabater –hija del centro de la ciudad con una larga experiencia de voluntariado en los barrios y socia de Òmnium– circula desde siempre por el mapa de las utopías, y busca algún lugar especial entre Ítaca y Porto Alegre, entre una República catalana roja-verde-violeta y el progresismo global más emblemático, con una brújula que le permita ser tan de izquierdas como los comunes y tan indepe como los cuperos, y tan próxima a la gente como quieren serlo los de ERC. Esta es –en teoría– la síntesis que cocinó para llegar a la alcaldía, en junio del 2015, convirtiendo Badalona en un laboratorio sin precedentes: el único lugar de Catalunya donde Podemos, la CUP, los poscomunistas y los republicanos se pusieron de acuerdo para gobernar. Tenían un aliciente importante: cerrar el paso al candidato más votado, el popular García Albiol. El PSC dio la confianza a Sabater, que tuvo también, de propina, el voto del único concejal convergente. Muchos partidos habían intentado ficharla antes, pero no fue hasta entonces, como líder de Guanyem Badalona en Comú, que saltó a la arena institucional.
La CUP la ha corregido dos veces durante la campaña, un hecho insólito; quizás es un verso demasiado suelto para esta época
Los que la conocen apuntan que el adjetivo que mejor define a Sabater es: auténtica. La autenticidad le da cuerda pero también algunos problemas, porque “le cuesta aterrizar en los códigos de la realpolitik y en el teatro mediático, es mejor charlando con un grupo sin cámaras delante que en un debate televisivo”. Comprometida con todo lo que hace, no tiene la distancia fría de los políticos profesionales, y tiende a vivir las críticas como un asunto personal. En la mochila, lleva el cristianismo de base, la lucha contra el servicio militar, las protestas contra la guerra de Irak, y muchas horas escuchando a sus vecinos. Todavía hoy la recuerdan manifestándose con un bebé. Sabater tiene dos hijos y, hace poco, ha sido abuela por segunda vez. Le gusta restaurar muebles.
El experimento en el ayuntamiento badalonés empezó con ilusión pero se truncó. Sabater arrastra la melancolía propia de los esfuerzos inútiles, que diría Ortega y Gasset. Ella le dedicaba muchas horas, era la primera en llegar y la última en salir, pero todo estaba lleno de dificultades: exceso de deliberación y un equipo con muchas sensibilidades. Además, Sabater –con buena relación con Iglesias– desatendió a los dirigentes socialistas mientras penetraba entre sus bases, y eso encendió las alarmas del PSC. Otros aseguran que su implicación en el 1-O y en la jornada del 27 de octubre del 2017 –cuando la declaración fake de independencia– rompió el equilibrio que mantenía entre progresismo y soberanismo. “Si hubiera sido tan cautelosa como Colau, todavía sería alcaldesa”, afirman algunas fuentes.
Con el apoyo de David Fernández, Sabater se ha convertido en la cabeza de lista de la CUP, apuesta vista con reticencia por algunos sectores. La organización la ha corregido dos veces durante la campaña, un hecho insólito. Quizá la chica del camión es un verso demasiado suelto para esta época.