30 ago 2021 Paradoja no improbable
Mañana se cumplen cien días desde que el Govern Aragonès echó a andar. Este hito ha perdido significado y glamur, llevamos demasiados años pensando en términos de “jornada histórica” y eso ha convertido el calendario catalán en un reloj blando pintado por Dalí. Lo mejor que se puede decir del Ejecutivo presidido por el republicano Pere Aragonès es que proyecta un talante muy diferente del que presidió Torra, un hombre que no entendió la naturaleza de su cargo. Pero a Aragonès no le basta con haber retornado el sentido institucional a la presidencia ni con haber reconstruido los contactos con los agentes económicos y sociales. En el corto plazo, debe demostrar que la máquina funciona, y eso implica sacar adelante los presupuestos para el 2022. En el largo, su reto es la mesa de diálogo (que Marta Rovira, secretaria general de ERC en el exilio, quiere que se denomine “mesa de negociación del conflicto político”) y la gestión de los resultados que produzca o no.
Los presupuestos son la prueba del algodón del acuerdo entre ERC y la CUP, y también la plasmación de las prioridades de un Gabinete que, a diferencia del anterior, se espera que impulse políticas que trasciendan el día a día, no solo con relación a los fondos europeos contra la crisis. En paralelo, la mesa de diálogo, que debe reunirse dentro de quince días, es la prueba del algodón de la predisposición del Gobierno Sánchez a abordar la situación catalana con algo más que buenas palabras.
ERC practica el pragmatismo pero teme que su militancia rompa el juguete
Dado que el recorrido de la mesa de diálogo es incierto, Aragonès ha de poder mostrar algunos éxitos en la gestión y la política Catalunya endins . Que los socios preferentes para cuadrar las cuentas sean los anticapitalistas obligará a ERC y a Junts a hacer muchas contorsiones, pero puede haber sorpresas, porque algún dirigente de la CUP ha advertido que no tienen obligación alguna de votar lo que presente el con-seller Giró. Los socialistas ya se han ofrecido para sacar el carro del barro si hace falta, pero la jugada que podría dar más estabilidad al Govern es también la más incómoda para Aragonès, aunque los republicanos en Madrid son una pata imprescindible de la gobernabilidad. ERC practica el pragmatismo pero siempre tiene miedo de que su militancia acabe rompiendo el juguete.
Escenario no del todo improbable: que la aprobación de los presupuestos pase, finalmente, por Salvador Illa. La paradoja que viviríamos sería grande. El Govern necesitaría el voto del PSC para actuar, mientras el PSOE iría dando largas a la parte catalana de la mesa de diálogo. Eso sería un win-win que la Moncloa celebraría con entusiasmo. Aragonès, que quizá se ve venir el drama, insiste en separar los posibles avances en el traspaso de competencias e inversiones del Estado en Catalunya de la suerte de la tan esperada mesa sobre el conflicto. Pero el grifo, en Madrid, es uno.