14 mar 2022 Feijóo no quiere ser Merkel
En febrero de 1996, José María Aznar escribe esto, en un libro que sirve para relanzarle como líder de la derecha: “De Manuel Fraga Iribarne, al que el propio Felipe González le reconoció que tenía el Estado en la cabeza, aprendimos entonces dos cosas que se han mantenido firmemente ancladas en las filas de este partido, al que, en su momento, para ampliar su base en dirección al centro, que considerábamos nuestro espacio natural, procedimos a refundar: una, la importancia de ofrecer a los españoles un proyecto nacional claro y aglutinador; otra, la confianza en la tarea tenaz, en el esfuerzo sin desmayo y en la voluntad de defender nuestras convicciones más profundas con determinación y capacidad”. ¿Sigue siendo el centro “el espacio natural” del PP? ¿Lo ha sido alguna vez? ¿Forma parte el centrismo de las convicciones de los dirigentes del PP?
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Vayamos a los hechos. Aznar solamente actuó como político centrista en la legislatura 1996-2000, la que supuso un relevo histórico en la Moncloa, tras la larga etapa de Felipe González. Ese centrismo partía de la necesidad de un pacto estable con CiU y el PNV, formaciones nacionalistas que eran imprescindibles para la gobernabilidad, dado que los populares habían ganado las elecciones, pero no lo bastante. Luego, con la mayoría absoluta del 2000, el aznarismo enseñó su verdadera faz, y el centrismo circunstancial dio paso a unas políticas más duras, diseñadas en el laboratorio de la FAES. Los gobiernos del socialista Zapatero, tras los comicios marcados por los atentados del 11-M, confirmaron un PP de oposición montaraz, muy alejado de cualquier enfoque centrista. Con el retorno al poder en el 2011, el PP tampoco levantó la bandera centrista, a pesar de que Rajoy tenía formas más suaves que su antecesor. De nuevo en la oposición, y bajo el liderazgo de Casado, el PP imitó discursos y actitudes de Vox y –por activa y por pasiva– dio aire a los ultraderechistas, con acuerdos de gobernabilidad en algunas autonomías. Este viaje al extremismo ha culminado con el pacto de gobierno PP-Vox en Castilla y León.
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Cualquier dirigente regional del PP podrá sentar a Vox a la mesa de gobierno
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Alberto Nuñez Feijóo, con fama de moderado, aterriza en el liderazgo estatal del PP perdiendo una gran oportunidad de mostrar centrismo y autoridad a la vez. Ha permitido que el popular Fernández Mañueco meta a los ultras en su gobierno autonómico. El gallego podía haber mirado a Europa para inspirarse. Por ejemplo, Angela Merkel prohibió cualquier alianza de la CDU con los ultras de Alternativa para Alemania, a raíz de las elecciones en Turingia. Pero Feijóo ha optado por sugerir que lo ocurrido en tierras castellanas es una excepción y que es culpa del PSOE. Mientras, el presidente del PP europeo, el polaco Donald Tusk, ha calificado la peripecia de “triste noticia”.
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Se ha creado el precedente, y cualquier dirigente regional del PP podrá sentar a Vox a la mesa de gobierno. Muy poco ha durado el centrismo de Feijóo como nuevo líder de la derecha española.