28 mar 2022 Pacto triturado en Twitter
El jueves, a las dos de la tarde, un alto dirigente de Junts me aseguraba que el acuerdo sobre el catalán en la escuela firmado por su partido, ERC, el PSC y los comunes es “algo muy importante, una gran noticia”. Ese mismo día, en torno a las nueve de la noche, la cúpula de Junts decidió “congelar” su apoyo al pacto que se había hecho para driblar las cuotas lingüísticas que la sentencia del TSJC impone en las aulas de Catalunya. En medio, hubo una tarde en la que en las redes sociales, especialmente en Twitter, se hizo un juicio sumarísimo al consenso lingüístico transversal, y se falló que eso era una “traición” y una “rendición”. Los sectores más antipolíticos del independentismo consiguieron que Junts dijera que se lo repensaba. La aparición ante las cámaras del diputado juntero Francesc Ten, negando las bondades del papel que él mismo había firmado, fue un poema.
Un primer análisis permite afirmar que Junts es un partido demasiado sensible a la opinión extrema y recalentada de las redes, algo que ya se sabía. Estamos ante una formación que no sabe mantener una posición firme cuando empiezan las tormentas airadas en Twitter, que van siempre –en este universo– en una misma dirección: presentar al otro como un traidor, un desertor, un vendido, etcétera. En las redes, el independentismo fundamentalista expide carnets de “patriota” a la velocidad de la luz y el núcleo dirigente de Junts no quiere resistir crítica alguna en esta dirección, sobre todo porque una parte de sus bases participan de este sesgo. Hay que recordar que Laura Borràs ganó las primarias con un canto a la desobediencia; ya hemos visto, después, que la realidad gris no tiene nada que ver con esas fraseologías solemnes.
Junts es un partido demasiado sensible a la opinión extrema y recalentada de las redes
Con todo, un segundo análisis debe enfocar dos de los principales problemas de Junts, que son la falta de estrategia y de liderazgo efectivo dedicado al día a día. Está el papel de Jordi Sànchez como dirigente orgánico, está el papel de Laura Borràs como principal figura institucional, y está el liderazgo simbólico de Carles Puigdemont, que deja hacer pero que –de facto– tiene derecho de veto cuando algo no le gusta. Eso es lo que ocurrió el jueves con el pacto para reformar la ley de política lingüística: desde Waterloo se dio la orden de dar marcha atrás, lo cual desautoriza a todos los dirigentes junteros que habían forjado ese compromiso, incluida Borràs.
Junts teme las condenas de los vigilantes de la ortodoxia procesista y por eso otorga tanta importancia a la franja más ruidosa de un movimiento que –a pesar de todo– todavía es plural. Dicho esto, este pánico juntero es modulable. Por ejemplo, para pactar con el PSC en la Diputación de Barcelona, los de Puigdemont hicieron caso omiso a los intransigentes de turno. El alma convergente, que no se ha evaporado de Junts, sabe que es mejor conservar los despachos oficiales que perderlos.