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Francesc-Marc Álvaro | (Español) Felip Puig – Un reserva especial
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10 nov 2002 (Español) Felip Puig – Un reserva especial

La última remodelación del Govern Pujol, que se ha hecho a la medida del sucesor Mas, ha añadido a las tareas del actual conseller de Política Territorial la labor de portavoz del Ejecutivo autonómico. Este ingeniero de caminos de 44 años, de ideología soberanista, actitud pragmática y tono contundente recupera protagonismo con este ascenso. Es uno de los barones convergentes con más predicamento entre las bases y gran conexión con la familia del president. No es probable que la portavocía suavice su dialéctica.

En 1975, junto al hijo mayor de Pujol y otro amigo, Felip Puig i Godes dio la vuelta a Europa en tren. Ahora le hablan de trenes y solamente se le aparece el AVE, como corresponde a un conseller de Política Territorial i Obres Públiques. De Jordi Pujol Ferrusola sigue siendo amigo. De hecho, fue el primogénito del president quien animó a Puig a ingresar en las primitivas JCDC, que más tarde se convertirían en la actual Joventut Nacionalista. Su relación directa con la familia Pujol es mucho más añeja que la de ArturMas, por citar un ejemplo de su generación. Sus vinculaciones con el núcleo duro del pujolismo pasan también por la actividad privada, ya que, a primeros de los 80,mantuvo un despacho de asesoría urbanística con Carles Vilarrubí, el empresario surgido delpujolismo, y Pere Macias, hoy secretario general adjunto de CiU, que había sido profesor de Puig en la Politècnica y que fue conseller de Política Territorial antes que él.

El nuevo portavoz delGovern soldó definitivamente sus lealtades ncuando, en 1992, se produjo la dura pugna entre Roca y el president. Puig estuvo junto a los fieles de Jordi Pujol Ferrusola para contribuir a cerrar el paso a las aspiraciones del hombre fuerte de CiU en Madrid. De aquella época le ha quedado una escasa simpatía por el actual conseller de Economia, Francesc Homs, roquista confeso. Curiosamente, Mas ha querido que Homs y Puig (cuyas relaciones son chirriantes) sean la representación más clara de la suma de sensibilidades distintas y distantes. Puig es, pues, un reserva especial del más genuino pujolismo familiar y de partido, con cuerpo y sabor, pues es uno de los pocos consellers con perfil político.

Tras una larga etapa como alto cargo en la Conselleria de Benestar Social, donde fue el director general más joven de la Administración catalana, con sólo 29 años, Felip Puig se convirtió en secretario de organización con el fin de la era roquista. Apartir de 1996, hizo tándem junto a Pere Esteve para renovar el partido, y mientras el huido ex secretario general se dedicaba a trazar estrategias en la pizarra, Puig se pateaba todo el territorio, sistemáticamente, ganándose la confianza y la simpatía de las bases y vendiendo caña nacionalista y sentimiento de orgullo, sobre todo frente al socio democristiano.

Desde entonces, Duran Lleida le puso en la lista negra y, más tarde, le vetó como segundo en la federación. Su activismo y su protagonismo, premiado por la militancia con votos en los congresos, generó también la inquietud de Esteve y la de otros barones. Luego, su nombramiento como conseller, primero de Medi Ambient y luego de Política Territorial i Obres Públiques, puso al mentor de las nuevas generaciones soberanistas en la mesa del Consell Executiu. Su influencia entre los cuadros treintañeros, a la que no es ajena su amistad con otro hijo de Pujol, Oriol (alto cargo del Govern), sigue siendo fuerte.

Aunque juró lealtad al sucesor y puso sus huestes al servicio de la elección deMas como secretario general, el conseller en cap no le dio muestras de especial confianza. No obstante, ahora, con su nombramiento como portavoz, los dos tendrán que bailar más pegados. Porque, junto a un nacionalismo contundente, Puig no deja de ser tan pragmático como cualquier pujolista. Así, por ejemplo, se entiende que, cuando hace falta, este conseller negocie con los capitanes socialistas o los enviados del PP, a pesar de que le monten broncas y reprobaciones. Pero no hay problema, porque a Puig le va la marcha.

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