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Francesc-Marc Álvaro | Xapes dures, vinga!
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16 sep 2011 Xapes dures, vinga!

El derecho a ser irreverentes separa las sociedades abiertas de las cerradas, por eso soy de la opinión que hay que ampliar los espacios de crítica siempre que se pueda. Y que hay que hacerlo tanto si la crítica es de nuestro agrado como si no lo es, porque esta es la verdadera actitud liberal. Pero nadie está obligado a respaldar de manera incondicional mensajes que considera lesivos para sus intereses. Por eso es comprensible que el Ayuntamiento de Barcelona no apoye productos que transmiten una mala imagen de la capital catalana, como también lo es que estos mismos productos se puedan ofrecer, en cambio, sin manías allí donde la administración no tiene nada a decir. ¿Es censura que el Ayuntamiento decida que, en recintos de titularidad pública, no hace falta denigrar más el nombre de Barcelona? La autoridad municipal retira unos pins que retratan una ciudad de mierda porque no tiene ninguna obligación de banalizar aquello que preocupa a muchos ciudadanos. Algunos tendrían que viajar a los países donde hay verdadera censura para ahorrarse exageraciones.

No dramaticemos, por favor. La librería La Central ha decidido que seguirá poniendo a disposición de sus clientes, excepto en los establecimientos ubicados en locales municipales, las chapas o pins donde se hace alusión a la cara más conflictiva de Barcelona, desde los ladrones que practican el tirón hasta los top manta, pasando por las prostitutas en la calle. Perfecto. Una empresa privada, como cualquier particular, tiene todo el derecho a hacer ironía, sarcasmo, sátira y lo que haga falta sobre todo aquello que nos rodea. Son nuestras reglas de juego. Si los clientes de este negocio lo aplauden –como se ha explicado–, miel sobre hojuelas.

Veo poco atrevidas las chapas en cuestión. Son un divertimento de fin de curso; es meter sólo la puntita. Los diseñadores de la cosa deben ser de una prudencia propia de las hijas de María, se quedan cortos. Si uno quiere ser irónico de veras, debería hacer una chapa donde se viera, por ejemplo, una escena que yo contemplé el otro día en el Raval: un individuo derribó a una abuela para robarle una joya. O un pin que evoque las distraídas noches de los vecinos de algunas calles donde conseguir dormir, sobre todo los fines de semana, es imposible. U otro donde se haga homenaje –irónico, eso sí– a las bandas que consiguen que los alumnos de algunas escuelas vivan la aventura de ser atacados y robados, complemento ideal de las clases. O la chapa donde se vea un ciclista del bicing que circula a cien por las aceras. O –y no pido cobrar por ninguna de estas ideas– un pin con el dibujo de un hombre en bolas al lado de una mujer con burka, imagen de síntesis que haría las delicias de muchas almas puras que viven y trabajan en esta metrópolis tan divertida. Sean valientes, diseñadores y libreros enrollados: clávenla hasta el fondo.

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