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Francesc-Marc Álvaro | ERC torna a la sortida
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19 sep 2011 ERC torna a la sortida

Pocos partidos en el mundo son tan imprevisibles como Esquerra Republicana de Catalunya. Los dirigentes que pusieron las bases de los dos tripartitos y concretaron la alternancia en el Govern ya son historia. Lo es quien en el 2003 exhibía la llave de la gobernabilidad y en el 2004 logró un resultado espectacular en las elecciones españolas. Y también lo es quien hizo todo lo posible para relevarlo como máximo y único líder de la organización, hace sólo tres años. Las bases republicanas han vivido, en menos de una década, en una montaña rusa de emociones y de consignas contradictorias, ahora tocando el cielo, ahora oliendo el azufre del infierno. Han celebrado la llegada al poder y, después, han llorado la pérdida incesante de votos y de influencia mientras, paradójicamente, ha crecido el apoyo social a las tesis independentistas. Quizás esto explica que las primarias de ERC del sábado movilizaran a duras penas la mitad de la militancia. En todo caso, el aval a Oriol Junqueras, Marta Rovira y Alfred Bosch es inapelable y significa un cambio de rumbo estratégico que pretende frenar la caída de esta marca en las urnas.

ERC es una formación que plantea claramente una ruptura del statu quo de España y eso la convierte en un actor especial en el mapa político catalán. Esta razón última de ser de la organización, sin embargo, se combina con aquello que todo partido parlamentario recibe como encargo ciudadano: la gestión de la complejidad de un día a día donde hay que dar respuestas fiables a los problemas mediante planteamientos aplicables a corto y medio plazo. La experiencia gubernamental de ERC ha transmitido –con más o menos justicia– una imagen de los republicanos como políticos poco hechos a la administración, algunas veces con escaso sentido institucional. Esta debilidad ha creado más decepciones entre sus votantes que sofisticadas consideraciones ideológicas. Dicho esto, también es evidente que la constitución del segundo tripartito, sin la fuerza que había encarnado una figura como Maragall, fue un movimiento erróneo.

¿Qué quiere ser ERC cuando sea mayor? Si no he entendido mal los mensajes de Junqueras y Bosch, las históricas siglas aspiran a convertirse en la casa gran del independentismo político, lo mismo, más o menos, que planteaba Carod-Rovira en el artículo que publicó en el diario Avui el 1 de noviembre de 1986, texto que marcó el pistoletazo de la refundación del proyecto de Macià y Companys: «Un partit que cregui que la qüestió nacional és la nostra primera qüestió perquè és exclusivament nostra». En el juego de la oca, esto es regresar a la casilla de salida. ¿Qué ha cambiado, pues, desde el día en que Carod, Colom, Puigcercós y otros subieron al carro que entonces conducía Joan Hortalà? Que nadie podrá ya acusar ahora a los republicanos de ser hijos radicales del pujolismo sin certificado oficial de buen progresismo. Después de siete años de tripartito, ERC y todo el mundo sabe el precio de esta terapia.

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