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Francesc-Marc Álvaro | Polèmiques de Nadal
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09 dic 2011 Polèmiques de Nadal

Espero siempre las polémicas que tienen que ver con la Navidad, son un ejercicio barato y muy higiénico para despedir el año haciendo un autoexamen colectivo sin caer en dramatismos. Por ejemplo, los pesebres organizados por los ayuntamientos son una fuente muy estimada de controversias, aunque no superan a los carteles de las fiestas del Carnaval, una prueba de fuego sobre la nueva y vieja censura, y sobre las provocaciones hechas con más o menos acierto. Este año, el abeto navideño de plástico azul que preside la plaza de la Vila de Badalona se ha convertido en la estrella de este tipo de discusiones, una metáfora –según se dice– de los nuevos aires que el alcalde García Albiol ha traído a la ciudad. Leo que hay sectores que piensan que, además de ser de un gusto dudoso, el abeto ha robado protagonismo al pesebre.

 

El populismo político va acompañado habitualmente de populismo estético, que consagra el kitsch como forma de vinculación fácil entre gobernantes y gobernados, y como discurso implícito contra las reales o supuestas élites, sospechosas de veleidades culturales demasiado sofisticadas. No es fácil encontrar el punto medio entre los excesos del despotismo ilustrado y la emulación delirante de los decorados de la telebasura. Con todo, el alcalde del PP no es el primero que hace estas cosas; antes que él, algunos alcaldes supuestamente progresistas, en otras ciudades del área metropolitana, han perpetrado acciones similares o equivalentes y nadie ha osado señalar el zurullo de turno porque hacerlo no era políticamente correcto.

 

Pero el abeto de Badalona no es nada al lado de la rabia que genera en ciertos ambientes la pista de hielo instalada en plaza Catalunya. Los indignados (o unos que así se denominan) consideran que esta pista reúne todos los males del sistema, porque es un objeto que simboliza las derivas económicas, sociales y medioambientales que nos atenazan. Además, creen que la pista privatiza el espacio que ellos privatizaron durante muchas semanas en nombre de su revuelta. El día que se inauguró, los contrarios a la instalación increparon a las familias que querían acceder a ella y, entre otras consignas, gritaban «pista de hielo gratuita», lo cual indica que los males del invento serían menos si ellos pudieran hacer uso del mismo sin gastarse ni un céntimo. Al final, más que transformar el mundo, algunos sólo aspiran a no tener que pagar nunca nada, empeñados en hacer realidad aquella profecía de Francesc Pujols.

 

Pero este retablo de maravillas es poca cosa al lado de la creciente manía de algunos catalanohablantes de referirse a la Navidad en plural, como se hace en castellano. «Els Nadals«, dicen ciertas personas, siempre con la mejor de las intenciones, claro. Y yo, cuando escucho eso, me muerdo la lengua y pienso en los miembros de una ilustre familia de Girona.

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