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Francesc-Marc Álvaro | Una pintada efímera
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02 mar 2012 Una pintada efímera

Para entender una protesta conviene prestar atención a los mensajes de los que protestan. Josep Playà hacía, en el diario de ayer, un buen repaso de las pancartas, carteles, banderas y consignas que se pudieron ver en la manifestación estudiantil del miércoles en Barcelona. Yo, para completar el apunte del natural, me fijé en algunas pintadas realizadas aquel mismo día, sobre todo en las de plaza Catalunya. Una de estas, que fue borrada pocas horas después, decía lo siguiente: «Fora polítics i empresaris de Barcelona». No dejo de darle vueltas en mi cabeza.

El ataque indiscriminado a los políticos es nuestro pan de cada día y ya no puede sorprender. En caso de duda, atízale al político, que si tú no sabes el motivo él seguro que sí. El malestar social tiene en el político el muñeco contra el que disparar fácilmente, sin distinguir entre políticos incompetentes o corruptos y políticos que tratan de gestionar responsablemente las cosas de todo el mundo. El «fuera políticos» es un clásico que la crisis actualiza y recupera. La novedad no es esta parte de la pintada sino el resto, el «fuera empresarios de Barcelona».

Atención: el autor no escribió «fuera banqueros» sino «fuera empresarios». Si hubiera escrito «fuera banqueros», la pintada no tendría nada de especial y, además, despertaría muchísimas simpatías. Pero a quien se quiere echar es a los empresarios, que son personas que hacen una cosa tan difícil, tan arriesgada y tan admirable como crear y mantener empresas, sin las cuales no hay ni puestos de trabajo ni riqueza para el país. ¿Cómo puede ser que el empresario sea el enemigo del que protesta y especialmente del joven que estudia? Es una aberración de dimensiones catedralicias.

La mayoría de empresarios hoy no lo pasan muy bien: deben mantener su empresa a pesar de la caída del consumo y del poder adquisitivo, deben hacer lo imposible para pagar los salarios a los trabajadores, deben pelearse con los bancos que no quieren dar créditos, deben perseguir a las administraciones que pagan tarde o no pagan, deben competir en un mundo global y, por encima de todo, deben hacer las cosas bien, porque no hay otro camino. El empresario –ahora también se le llama emprendedor– es uno de los grandes héroes de nuestra época, no es el enemigo. Hay que ser muy valiente para abrir una empresa hoy. ¿Cómo es que hay jóvenes en Catalunya que desconocen estas cosas elementales?

La pintada que vi es hija de la pura ignorancia y de los prejuicios más rancios. Quien pide echar a los empresarios es alguien –supongo– a quien deben haber explicado que empresario es sinónimo de explotador, de mafioso y de vampiro, alguien a quien no se ha hecho comprender que la empresa es indispensable para crear la riqueza que, después, ha de ser distribuida de manera justa. ¿Cómo sería una sociedad sin empresarios? Un desierto, ni más ni menos.

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