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Francesc-Marc Álvaro | Rasquera, la imaginació
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09 mar 2012 Rasquera, la imaginació

En Rasquera, en la Ribera d’Ebre, parece que nunca se creyeron lo de los brotes verdes que pronosticaban algunos expertos hace un año y por eso han decidido hacer todo lo posible para que estos broten lo más literalmente posible. Me refiero a la decisión del Ayuntamiento de esta localidad de ceder siete hectáreas a la denominada Asociación Barcelonesa Cannábica de Autoconsumo (ABCDA) para que mantenga un cultivo de marihuana a cambio de un dinero que permitiría sanear un poco las arcas municipales. Mientras el Departament d’Interior de la Generalitat anuncia que hará las gestiones pertinentes ante la Fiscalía y el Departament de Justícia para determinar si esta iniciativa es legal, el equipo de gobierno local ha decidido impulsar un referéndum vinculante sobre el asunto.

Los ayuntamientos viven la crisis con una dureza singular, todo el mundo lo sabe y lo nota. Además de pedir ayuda a las otras administraciones, es admirable que los consistorios traten de inventarse proyectos para lograr recursos. En este contexto, hay que ser imaginativos, atrevidos incluso. ¿Por qué no marihuana, si hay una pequeña rendija legal? A los vecinos de Rasquera les puede gustar más o menos la idea, pero en este asunto –como en tantos– sobran hipocresías y prejuicios y se echa en falta un debate tranquilo y sustanciado en datos y no en meras impresiones.

Es vieja la controversia entre drogas consideradas legales e ilegales, como es evidente que no aplicamos la misma mirada a todas las sustancias de las que los adultos podemos hacer un uso moderado o exagerado. Si se tratara de plantar tabaco, es seguro que la gente de Rasquera no sería noticia, aunque nadie puede decir que desconoce que fumar un cigarrillo es un acto de riesgo bien documentado.

¿Por qué tiene que ser más complicado hablar de plantaciones de marihuana que de almacenes de residuos nucleares, de instalaciones para generar energía eólica o de grandes parques logísticos? El alcalde de Rasquera se ha buscado la vida, es su obligación y no es aceptable que se le ataque de manera visceral por explorar caminos nuevos. Hay quien se mueve para atraer a chinos que nos traigan una fábrica donde montar automóviles y hay quien tiene presentes a los que consumen marihuana, no todo tiene que ser Eurovegas (que según nos dicen no se llamará Eurovegas). Además, el uso terapéutico de la marihuana es una realidad que hace la vida un poco menos desagradable a muchos enfermos, un aspecto que merece muchísimo respeto.

¿En qué quedará todo esto? No lo sabemos. Pero la lección de Rasquera, cachondeos y polémicas aparte, es muy valiosa: es imprescindible moverse, romper esquemas y medir los límites para salir del hoyo. La plantación de marihuana es sólo una modesta metáfora contra el conformismo.

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