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Francesc-Marc Álvaro | Indigerible
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02 abr 2012 Indigerible

Hay una regla de oro no escrita de la política que establece que ciertas cosas difíciles sólo las pueden hacer gobiernos de un determinado signo y no de otro. Por ejemplo, el PP del primer presidente Aznar suprimió la sacrosanta figura de los gobernadores civiles porque necesitaba el apoyo de CiU, que es una medida que los socialistas no se hubieran atrevido nunca a sacar adelante por miedo, justamente, a la reacción de la derecha más rancia; dado que eso lo hacía un Gobierno conservador, su parroquia lo aceptó sin rechistar, mientras la oposición silbaba.

Unos años antes, el PSOE de González abordó, desde la autoridad del progresismo oficial, la complicada reconversión industrial, que supuso un coste espectacular como lo demuestran las cifras de aquel proceso: 1,5 billones de pesetas de inversión pública, 800 empresas afectadas y 83.000 puestos de trabajo directos destruidos, sin contar los indirectos; durante aquellos años -ahora Rubalcaba no quiere acordarse- se reformó el Estatuto de los Trabajadores para ampliar la contratación temporal y flexibilizar el mercado de trabajo. Por cierto, fue entre los años 80 y 90 cuando creció extraordinariamente la economía sumergida.

Ahora, el Gobierno de Rajoy aprueba una amnistía fiscal para hacer aflorar -se nos dice- más de 25.000 millones de dinero negro proveniente de paraísos fiscales y recaudar 2.500 millones. Cuando el Gobierno de Zapatero se planteó una iniciativa parecida (menos suave que esta con los defraudadores), el PP no quiso ni hablar del asunto. ¿Quién lo tenía mejor para dar este paso, la derecha o la izquierda? Nadie, hay que admitirlo. Porque la medida es indigerible para la inmensa mayoría de ciudadanos que no tenemos ningún otro remedio que cumplir con Hacienda. Una derecha que quiere lucir de gestión rigurosa impulsa una chapuza escandalosa que demuestra descarnadamente los límites del poder democrático para perseguir como es debido el fraude institucionalizado más lesivo. Si la amnistía fiscal es el mal menor -así se ha vendido-, hay que concluir que es un mal que sólo pagará la buena gente.

El resumen de esta jugada es devastador para la moral de la sociedad: Rajoy es duro con los débiles y blando con los fuertes. Zapatero negaba la realidad y Rajoy se rinde delante de ella sin presentar batalla. ¡Vaya par! Nos han subido el IRPF mientras los listillos de turno tienen todas las facilidades para convertir en blanca la más negra panoja. La desmoralización social y el descrédito de los políticos que provoca esta amnistía fiscal tendrán más alcance de lo que hoy nos parece, porque hace que el delincuente de cuello blanco consiga un privilegio sensacional que justifica completamente su crimen. Los demás, cornudos y apaleados.

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