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Francesc-Marc Álvaro | Ruptura i seny
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16 abr 2012 Ruptura i seny

Todos los que hoy gobiernan tienen el mismo miedo: la intervención exterior. Rajoy teme la intervención de Bruselas, Mas teme la intervención de Madrid y muchos alcaldes temen no poder hacer otra cosa que ir cerrando servicios mientras la población protesta. Delante de los ciudadanos, cada gobernante denuncia al nivel de gobierno inmediatamente superior para justificar la situación. Gobernar es hoy evitar que la impotencia nos entierre. En España, esta realidad se superpone a problemas consustanciales a nuestro modelo de Estado.

La fuerza de gobierno en Catalunya, CiU, acusa de manera muy especial la impotencia que define el papel de la política institucional en toda Europa. Es una doble impotencia: la que viene generada por los compromisos ante la crisis y la que proviene de una distribución del poder basada en muchas ambigüedades constitucionales. Este cuadro se complica porque el Ejecutivo que preside Mas no dispone de una mayoría parlamentaria suficiente, lo cual transmite todavía más incertidumbre a una gestión que vive en susto permanente a causa de las dificultades financieras.

La pasada semana asistimos a un espectáculo realmente desconcertante. Mientras, en Madrid, el grupo de CiU votaba favorablemente la ley de estabilidad presupuestaria (a la que el PSOE se opuso), en el Parlament la federación nacionalista impulsó, de la mano de socialistas y republicanos, el debate sobre el pacto fiscal. Hay que tener presente que, a la vez, los populares de Sánchez-Camacho unían sus votos a los de la oposición de izquierdas para obligar a Mas a llevar a la Cámara catalana cada recorte adicional que desee incluir en el presupuesto actual. Resumen: Rajoy (que tiene mayoría absoluta) contó con el acompañamiento de CiU (también en un asunto tan feo y difícil de tragar para las clases medias como la amnistía fiscal) mientras Mas era castigado y puesto en evidencia por el PP de Catalunya (que, de paso, votó muchas resoluciones en comandita con el PSC). La explicación oficial es que CiU consiguió de Rajoy una dilación de doce años para situar la deuda pública catalana en el 13% de su PIB. No es poca cosa, pero la foto final transmite la idea de sumisión.

¿Dónde acaba la responsabilidad y empieza la genuflexión? ¿Dónde acaba la solidaridad entre gobiernos y empieza la asfixia premeditada? Recuerden que el Gobierno del PP ha dado largas sobre los 759 millones pendientes del año 2008 que, de acuerdo con el Estatut, deben llegar a Catalunya, y no se sabe todavía qué pasará con los 219 millones correspondientes al 2009. En un futuro no muy lejano, la gran decisión de Mas será hacer o no de CiU una opción de ruptura (seria y tranquila pero valiente) contra lo que amenaza tan claramente la supervivencia del país.

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