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Francesc-Marc Álvaro | El Rei i la vida normal
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20 abr 2012 El Rei i la vida normal

Tenemos una crisis económica y social de dimensiones gigantescas pero aquí acabamos hablando de reyes y coronas. ¿Por qué hacemos esto? Más allá de los errores y de las disculpas de quien es jefe del Estado hay una realidad que algunos parecen haber olvidado: hemos construido una sociedad en la que las actitudes de los que ocupan la vitrina son examinadas, auditadas, escrutadas y juzgadas en directo non-stop, lo que se denomina tiempo real, sea dicho sin ánimo de hacer un chiste fácil. Los que tienen una u otra forma de poder ocupan los lugares más iluminados de la vitrina y, como saben o tendrían que saber los políticos, lo más importante de un cargo es asumir sus límites con sentido común y recordando que la fama es un atributo que cuesta alcanzar pero que puede perderse en pocos segundos. Hasta ahora, en España, los banqueros y el Monarca parecían completamente al margen de esta ley inexorable. Pero los tiempos están cambiando.

¿Cuál es el debate que está arraigando estos días en medio de mucho ruido, un notable estupor y no pocas hipocresías? Sinceramente, no creo que la mayoría de la sociedad española esté ahora por un debate monarquía-república, lo cual no quiere decir que este no pueda darse en los próximos años. Lo que me parece que hoy hace hablar a la gente es lo que podríamos denominar los límites de la figura del Rey o, dicho de otra forma, la relación de la monarquía con la vida normal. No la vida normal entendida como una actitud franca y simpática hacia la ciudadanía -en eso Juan Carlos I siempre ha sobresalido- sino la vida normal como el esfuerzo constante de eliminar excepciones incomprensibles al principal cargo del Estado, para ganar empatía y alcanzar -sin decirlo- una nueva legitimidad ante la gente. Supongo que el príncipe Felipe es muy consciente de que, cuando le toque reinar, las reglas de juego en la triangulación sociedad-medios-Corona habrán cambiado de arriba abajo y no sólo por los últimos episodios. Y es esta triangulación la que fabrica el consenso sobre la institución. El cambio de perspectiva será imprescindible.

José Antonio Zarzalejos se mostraba favorable ayer en estas páginas a una modernización de la normativa que tiene que ver con el Monarca, la Casa del Rey y los miembros de la familia real, bajo los principios de transparencia que corresponden a las administraciones democráticas del siglo XXI. Lo que decíamos: extirpar excepciones y zonas opacas, que la vida del jefe de Estado dentro y fuera de la vitrina sea más parecida a la vida normal del resto de los ciudadanos. ¿Parece que los monárquicos inteligentes tendrían que ir por aquí, verdad? Claro que, como siempre en política, se trata del mal menor. Una Corona más transparente puede ser algo así como el tabaco sin nicotina. Y España no es exactamente Suecia.

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