30 abr 2012 Països artificials
Gracias al ministro Montoro ya sabemos que la UE no prevé crear «países artificiales». El titular de la cartera de Hacienda es un hombre leído que quizás ha estudiado las teorías de Hobsbawm sobre la invención de la tradición y de otros teóricos de las identidades. ¿Qué es un país natural? ¿Qué es un país artificial? Montoro debería poner ejemplos, pero quizás entonces tendría problemas diplomáticos, porque todo el mundo aspira a ser considerado tan natural como aquel clásico refresco de naranja creado por un médico valenciano.
A ver. ¿Es más artificial celebrar los 200 años de la Constitución de Cádiz o los 300 años de la derrota de 1714? ¿Es más artificial la bandera española, que tiene un lugar en las Naciones Unidas, o la bandera catalana (que algunos todavía tienen la manía de denominar senyera), que no lo tiene? Ernest Renan -quizás a Montoro no le gusta porque era francés- analizó esta cuestión con una clara voluntad de liberarla del corsé del romanticismo alemán y la resumió muy bien en el año 1882: «La existencia de una nación (si se me permite la metáfora) es un plebiscito cotidiano, al igual que la existencia del individuo es una afirmación perpetua de la vida». El historiador añadía una reflexión que no ha perdido ni un gramo de su vigencia: a la postre, la nación no es nada más que «una conciencia moral».
Hoy, la conciencia moral de la nación catalana se está construyendo a partir de la constatación del agravio objetivo que sufrimos los catalanes en la actual estructura autonómica. Los colegas de El Punt Avui daban ayer un dato aterrador: el desembolso por habitante en Catalunya entre el 2000 y el 2009 fue el más bajo de todo el Estado y la inversión del poder central en Madrid y Andalucía dobla la de Catalunya. Montoro sostiene que todo eso son fantasías de los que quieren vivir en un país artificial, pero las cifras -el 9% del PIB catalán es chupado por Madrid- describen un panorama insoportable. La pasada semana, The Wall Street Journal explicaba con pelos y señales el expolio fiscal que sufre la ciudadanía catalana: «En ningún otro lugar de Europa o de Norteamérica hay transferencias de esta magnitud».
La conciencia moral de la nación catalana se afirma más cuanto más se quieren negar las evidencias. El Gobierno central echa gasolina al fuego. Y el malestar profundo sale por donde puede. Por ejemplo, sale mediante la campaña #novullpagar contra los peajes de las autopistas, una revuelta que pone de relieve el altísimo nivel de hartazgo de la parte central de la sociedad a la que se ha pedido paciencia durante años. Se equivocará quien lea esta protesta como una simple anécdota, es un gesto que señala cambios de actitud en amplios sectores.
¿Países artificiales? Sí, el país de los ministros que desprecian la verdad.