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Francesc-Marc Álvaro | Loteries salvadores
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21 ago 2012 Loteries salvadores

Pan y circo. Y que no falten las loterías públicas, que son el gran negocio de la suerte y la maravilla rancias. Ahora, además, la lotería servirá para alimentar al Fondo de Liquidez Autonómico (FLA), al cual no tendrán acceso las comunidades hasta octubre. Este año, este fondo debe ser de 18.000 millones de euros, 6.000 de los cuales vendrán -agárrense fuerte- de la entidad Loterías y Apuestas del Estado, institución pública que, según se dice, disfruta de muy buena calificación crediticia. Eso permite -el ministro De Guindos lo anunció el sábado pasado- que Loterías suscriba un préstamo sindicado con bancos españoles y extranjeros con la finalidad de alimentar el FLA. Catalunya, Valencia y Murcia ya han hecho saber que tienen intención de acogerse a este fondo.

Mientras crece en España la nostalgia por un Estado centralizado, la entidad de Loterías hace de socorrista de las demonizadas administraciones autonómicas, a las que Madrid señala como principales causantes del déficit público. Los hechos y las cifras, sin embargo, son tozudos y desmienten esta tesis: resulta que la Administración central genera de manera sistemática al doble de déficit que las autonomías en su conjunto, y eso representa un 59% del total.

Con este panorama engañoso, tiene mala sombra que uno de los remiendos para evitar el derrumbe del sistema autonómico pase por un elemento tan antiguo y predemocrático como la lotería, que encarna todo lo contrario de la justicia social y la racionalidad reformadora aplicada al progreso colectivo. El golpe de suerte que transforma a un ciudadano en millonario recuerda demasiado aquella sociedad española que vivía anestesiada entre el paternalismo y el conformismo que prometían un espejismo de bienestar. La lotería era la huida mágica de la miseria, la zanahoria ante las masas.

Ahora bien, no nos pongamos tan solemnes. El episodio también tiene gracia porque nos recuerda que la actitud del poder central hacia las autonomías siempre ha sido la de quien se quita el muerto de encima. Como el muerto hoy ya apesta, Madrid utiliza uno de los mejores negocios del Estado, que es la gestión de las ilusiones en forma de rifa. No deja de ser coherente que el mismo poder que genera Bankia como expresión sublime del capitalismo de rifa y porrazo ahora busque soluciones en el mundo fantástico de los boletos que prometen un cambio de vida en un abrir y cerrar de ojos. El esoterismo del Gobierno del PP se ve así potenciado.

Colecciono anuncios de brujas y brujos, de esos que nos dejan en el buzón de casa. El profesor Baba-Didim (el último que me ha comunicado sus servicios) se define como «gran curandero» y añade que «no hay problema sin solución». El ministro Montoro es, me parece, de la misma secta.

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