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Francesc-Marc Álvaro | Fantasies polítiques
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29 ago 2012 Fantasies polítiques

Hubo un tiempo -juro que yo todavía lo viví como periodista- en que los políticos dedicaban el agosto a conceder entrevistas «frescas» para los suplementos de verano, unas páginas la mar de simpáticas donde ellos aparecían fotografiados en pantalones cortos y enseñando, por ejemplo, una colección de cerámicas o el rincón preferido del jardín. Eso pasaba hace años, cuando -según el tópico- vivíamos por encima de nuestras posibilidades (yo debí vivir por debajo, porque no tengo segunda residencia como muchos de los que ahora lloran) y Millet era un tipo a quien todos reían las gracias. Era un mundo muy diferente: no había aerolíneas baratas, los amigos digitales no existían y el gurú del independentismo catalán (entonces minoritario y marginal) era el profesor valenciano Josep Guia.

Ahora, los políticos no tienen verano. Quiero decir que, entre la crisis y la mala conciencia, no se van de vacaciones o sólo lo hacen cuatro días. Eso es un problema. Porque todo el mundo necesita descansar, también los que tienen las responsabilidades más pesadas del país. Sin vacaciones, aumenta el peligro de soltar ocurrencias. El agosto, y más si el calor aprieta, favorece la especulación recreativa y la fantasía a todo trapo. Además, hay ganas de mear el territorio antes de que llegue el otoño. Sin ir más lejos, Oriol Junqueras, presidente de ERC y hombre de una contención verbal estimable, se ha tirado a la piscina: ha propuesto un frente electoral integrado por CiU, ERC e ICV destinado a proclamar la independencia de Catalunya en caso de obtener una mayoría en el Parlament. Los poscomunistas todavía están en estado de shock y los convergentes no saben si reír o llorar.

¿No sería necesario que los líderes (y los que pretenden serlo) hicieran un esfuerzo por evitar la confusión? Todos. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Recuerden que Mas llegó a proponer que los atletas catalanes compitieran en los JJ.OO. bajo la bandera andorrana. No era serio. Que la política exige imaginación es axiomático. Pero también exige una dosis igual de realismo y sentido común. Lo que se opone al inmovilismo político no es la extravagancia sino la audacia. Para ser políticamente audaz hay que hacer un cálculo inteligente de probabilidades. Por ejemplo, Rajoy no es audaz cuando hace que Núñez Feijóo adelante las elecciones gallegas para que coincidan con las vascas, todo lo contrario: pone en evidencia su miedo y su debilidad.

Lo último que le hace falta al catalanismo en general y al independentismo en particular es fantasía. Justamente porque el soberanismo plantea una política rupturista necesita un plus de seriedad. Los datos del trato injusto que el Gobierno español da a la sociedad catalana son lo bastante elocuentes. No hay que poner salsa.

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