21 sep 2012 Estadista ve d’Estat
Se reunieron ayer en Madrid dos figuras muy diferentes. En representación del Govern, un líder con la determinación tranquila de un hombre de Estado que todavía no tiene Estado pero que tiene, cada día que pasa, más gente detrás (como el taxista que llegó de Galicia en 1967 y que, ayer por la mañana, mientras me llevaba a los estudios de TV3, me elogió la actitud de Mas y me dijo que votaría “sí” a la independencia). Y, en representación del Gobierno español, un dirigente evasivo, superado por los acontecimientos y que el Financial Times dice que parece oportunista.
En la Moncloa, ayer, no hubo acuerdo porque no podía haberlo, y no sólo porque la manifestación de la Diada fue más allá o porque la reciente carta real hacía más pequeño el terreno de juego. El hecho es que cualquier pacto fiscal con cara y ojos para Catalunya –un verdadero cambio del fuero y no del huevo -implicaría automáticamente la revuelta de Andalucía, las Castillas, Extremadura, Valencia… A Rajoy le han asegurado que el mal menor es dejar que crezcan las ansias independentistas porque -vaticinan sus oráculos- la espuma se desbravará y Mas se arrugará. Los que asesoran al gallego no saben que este país pequeño ha cambiado mucho los últimos treinta años y que Mas no es el chico de los recados de nadie.
El presidente catalán hizo ayer una cosa muy importante: tomar el control del tiempo de los acontecimientos, que se habían acelerado a partir del día 11. A esto se le llama hacer política. Lo que se tenga que decidir se anunciará de manera solemne en el Parlament, centro de gravedad de la política catalana y máxima expresión de la soberanía del pueblo. Las formas son las formas. La ambición del objetivo exige liturgia.
El mensaje más importante de Mas, de cara a los próximos días, es que hace falta “un debate de altura” y que estamos obligados a “una reflexión compartida y en positivo”. Hay que tener la cabeza fría para que la ilusión del millón y medio sea realmente transformadora. El presidente sugiere que necesitamos un esfuerzo para encontrar muchas coincidencias antes de emprender el camino del Estado propio. Y, después de las elecciones (que Europa mirará con lupa), tendremos una foto nueva que quizás sorprenderá más que la del Onze de Setembre.