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Francesc-Marc Álvaro | Del PSC a ERC
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09 nov 2012 Del PSC a ERC

Estas elecciones del 25 de noviembre del 2012 son las de los indecisos, los dudosos y los que migran de unas siglas a otras. Son los comicios de las infidelidades, para decirlo como si fuéramos psicólogos de guardia del cuerpo electoral, que siempre es un cuerpo con más problemas del alma que de tipo físico. Empezamos esta galería de electores posibles/probables con las cavilaciones de un clásico votante socialista que, ahora por primera vez, pondrá los cuernos a su opción de siempre y dará su papeleta a un partido que, durante muchos años, había menospreciado: ERC.

Nuestro hombre lo votó todo con disciplina admirable desde los tiempos remotos de Reventós, cuando el socialismo olía a nuevo y parecía que también llegaría al Govern sin bajar del autocar. Después, se acostumbró a perder mecánicamente con el compañero Raimon Obiols, cuando el pujolismo semejaba una piedra que nadie era capaz de mover ni un milímetro. Se espabiló con el paso de Maragall a la arena nacional, después del breve intento de Nadal. El año 1999, pensó -como tantos- que alcanzaba la meta. Se hizo esperar.

Finalmente, en el 2003, se produjo la anhelada alternancia, pero él lo vivió con un regusto agridulce: el perdedor no era Pujol sino un tal Mas y, para aliñarlo, la llave la tenían los dirigentes independentistas, a quienes nunca se había tomado muy seriamente, excepto en lo tocante a los tripartitos locales, gracias a los cuales se echó a la tira de alcaldes convergentes que llevaban ejerciendo desde el Paleolítico con un exceso de confianza que les resultó letal.

Hoy, este votante socialista, después de haberse decepcionado con el primer tripartito y haberse desfibrado con el tripartito de Montilla, y después de haber asistido a la pérdida de Barcelona como si nada, ha decidido que la suerte de Pere Navarro ya no es asunto suyo y que, finalmente, se dará permiso para probar otro color. Además, se manifestó por la Diada y considera que el federalismo, en el que creyó durante tantos años, es como los unicornios de los cuentos infantiles, un animal noble y bello que nunca ha visto a nadie. Él también se ha convertido en soberanista, sin beber aromas de Montserrat. Pero todavía le cuesta decir que es independentista.

El candidato Junqueras le cae bien. Caer bien es la primera misión de todo político que aspire a hacer carrera. ¿Por qué le gusta el cabeza de lista de ERC? Porque se explica como el buen profesor que es y, además, parece que habla desde las convicciones. Le votará sin manías. Además, los republicanos demostraron, cuando tocaba, que podían matar al padre convergente, lo cual modificó su visión de las siglas que fundaron Macià y Companys en 1931. Como gestores son otra cosa, pero no piensa en ello. ¿Nadie es perfecto, verdad? Ahora bien, algunas noches, se despierta empapado en sudor: el rostro de Obiols se le aparece en sueños.

 

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