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Francesc-Marc Álvaro | Del PP a Rivera
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10 nov 2012 Del PP a Rivera

Votó PP por primera vez en el 2000, cuando Aznar alcanzó aquella mayoría absoluta que parecía que todas las gaviotas habían aterrizado en las Españas. La presencia del catalán Piqué en aquel proyecto le transmitía moderación, modernidad y mérito, las tres m de un elector que, después de haber sido bastante fiel a González, tuvo necesidad de respirar otros aires. Además, aquella derecha parecía que ya había hecho los deberes y se había sacado de encima toda la caspa. Había que ordenar la casa y gestionar, y enterrar las páginas menos presentables de la etapa final del felipismo. Ahora, sin embargo, ha dicho basta: Alicia Sánchez-Camacho no tendrá su voto porque considera que Rajoy y los suyos han hecho todo lo contrario de lo que explicaban en el programa de los últimos comicios y, además, tienen demasiados esqueletos en el armario, como la vergüenza de Bankia.

¿A quién votará, pues, este contribuyente? La independencia le parece una fantasía que llevará Catalunya al desastre y Mas le cae peor de lo que le caía Pujol. Nada de soberanismos, nada de estelades. Cree que sólo tiene una opción que no sea abstenerse: Albert Rivera, a quien considera un orador convincente. Más que a Ciudadanos como partido, su papeleta será para un cabeza de lista que ve como el político menos político, con aquel frescor de los que nunca han gestionado ninguna administración y pueden hacer todos los discursos del mundo sin problema. De Rivera le gusta el aire juvenil y la habilidad para parecer ni de derechas ni de izquierdas, sino todo lo contrario. Hace dos años, todavía veía a Ciudadanos como una opción marginal y extraña, repleta de resentidos y rebotados de otros partidos, una especie de alianza de insatisfechos con la vida que se han cobijado bajo la bandera rojigualda para ahorrarse un buen psicoanalista argentino. Entonces, pensaba que Ciudadanos era un estorbo para el PP y su defensa seria de los intereses de España, que es lo que cuenta. Ahora, lo ve de modo muy diferente, y lo que hoy le fatiga son los discursos aprendidos que Sánchez-Camacho va dando por el área metropolitana. Digamos que también pasó unos meses en que se sintió fuertemente atraído por el espíritu combativo de Rosa Díez, que vende la misma mercancía que Rivera pero no tiene la DO adecuada. Paradojas brutales del «no nacionalismo», que sólo funciona en Catalunya cuando responde al hecho diferencial.

Sólo hay una cosa de Ciudadanos que todavía le provoca algo de repelús, aunque no lo admite en público: Rivera aparece demasiado en los medios de la derecha madrileña más carca y nacionalcatólica. Nuestro elector se siente español y liberal con incrustaciones sociales, por eso ciertas compañías del líder de Ciudadanos le resultan extremadamente difíciles de digerir. Ahora bien, dado que peligra gravemente la unidad de España, está dispuesto a hacer la vista gorda. Todo por la patria.

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