17 may 2013 Menjar insectes
Cuando todavía estaba abierto al público un puesto que vendía insectos en la Boqueria, unos amigos -de esos que acostumbran a estar al corriente de todas las modas- trajeron a una cena de verano varios bichos comestibles como quien trae unos canapés o unos pasteles. A ellos la cosa les divirtió mucho, pero a mí -y a otros comensales- la ocurrencia me provocó un asco considerable. De acuerdo: el asco ante ciertos alimentos es un asunto puramente cultural y se puede superar y bla-bla-bla. Vale. Toda esta teoría está muy bien y ha permitido que gastrónomos arriesgados y agencias de turismo dedicadas al exotismo tengan su espacio. Pero -seamos sinceros- poner platos con escarabajos, hormigas, gusanos y otras especies al lado de una tortilla de patatas, un buen jamón o una coca de recapte acostumbra a quitar las ganas de comer a mucha gente. Eso pasa aquí, claro está. Los manjares de otras latitudes responden a claves económicas y culturales distintas.
Ahora la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) ha dicho que comer insectos puede ser una solución para combatir el hambre. ¡Qué alegría! Los profetas del apocalipsis ya han visto ahí una señal de la proximidad del cataclismo. También hay supuestos sabios que recomiendan -con gran convencimiento- beber la propia orina para mantener el cuerpo en forma, extremo que yo no he probado todavía. Por suerte, rápidamente, han salido expertos que han cuestionado la afirmación de la FAO con datos y argumentos técnicos, y hemos respirado aliviados.
«Si hay hambre, se acaban muchas manías», dicen las abuelas. Por testimonios familiares sabemos que durante la guerra y la posguerra aquí se comía lo que se podía y, por ejemplo, las algarrobas eran consideradas un plato exquisito. Puestos a escoger entre una algarroba y un escarabajo, lo tengo claro. El asco es una apreciación subjetiva y, sobre esta base, vamos tirando. Por eso hay quien disfruta comiendo caracoles y quien no los puede ver ni en pintura.
El problema es cuando no se puede elegir y te tienes que tragar cualquier cosa. Por ejemplo, que las Cortes Valencianas prohíban que se utilice el término País Valencià invocando a Hitler; o que el lehendakari tome partido en contra de la flexibilización del déficit para Catalunya desde su confortable concierto; o que un ministro compare el aborto con ETA; o que el Gobierno español destine una media anual de 130 millones de euros de los fondos europeos a los toros; o que el PSC vote contra el catalán como lengua preferente en las administraciones de nuestro país; o que el portavoz parlamentario del PP niegue las deudas del poder central con los catalanes.
Entonces, si debo volver a elegir,lo tengo claro: prefiero un plato de gusanos que todo este menú de despropósitos.